Tiempo con los seres queridos

La persona que entrevisté es mi papá. Nació en Chalchihuapan, México, en 1972Es una persona chistosa y feliz, pero a veces es una persona obstinadaSiempre le gusta explorar lugares, comidas y actividadesEl fallecimiento de mi abuela tuvo un impacto muy grande en él. A veces, con todo lo que pasó en su vida, a mi padre se lo olvidó valorar los momentos con mi abuela. Voy a contar esta historia porque muchas personas pueden identificarse con ella.

A mi papá le encanta conectar con la familia, pero él no siempre ha sido así. Mi abuela tuvo a mi papá a los 21 años. En México en aquellos años había diferentes costumbres. Mi abuela en total tenía 13 hijos y todos estaban trabajando desde temprana edad. No había suficiente dinero en casa para la educación, comida y ropa. Mi abuela no era una mamá cariñosa con sus hijos. Sí los amaba, pero ni uno de sus hijos puede decir que se lo dijo con palabras. Por esta razón, a mi papá se le hizo difícil expresarse también.  

 Cuando tenía 14 años, mi papá escuchaba las historias de Estados Unidos y pensaba que tenía más oportunidades de trabajo y educación. Su sueño era llegar a Nueva York a los 16 años. En este tiempo ya conoció a mi mamá, de 15 años. Juntos se vinieron y empezaron su vida. Cuando llegó a Nueva York, mi papá extrañaba a mi abuela mucho. Aunque se sentía triste, no se lo contaba a nadie porque en su opinión no iba a cambiar nada. Los teléfonos móviles apenas se estaban introduciendo en 2001. Mi papá buscó la forma para ayudar a su mamá y familia en México mientras que él estaba en Nueva York. Mandaba dinero a México cada dos semanas. Seis días de la semana trabajaba y en el día que no trabajaba estaba muy cansado para salir con la familia cercana, que era mi hermano, mi mamá y yo. 

A mi abuela le dieron permiso para visitar por tres meses en 2018. En estos tres meses la familia se reunió. Salieron a comer a restaurantes y viajaron a los lugares más populares de Nueva York. Tienen recuerdos muy bonitos con mi abuela. Las visitas ocurrieron tres meses cada año después. Era un sueño para mi abuela y papá. Nunca pensaron que iba ser posible verse en persona después de 25 años. Con el tiempo mi papá se comunicaba más con mi abuela. Le contó que le dolió mucho dejarla en su país. Llegó a Nueva York a los 15 años y se hizo responsable de sí mismo, pero siempre se preguntaba qué diferente hubiera sido si su mamá hubiera estado más en su vida. 

Cuando mi abuela tenía 76 años se puso enferma. Los días pasaban y mi papá se preocupaba. Sabía que el momento iba llegar, pero cuando falleció no fue nada fácil. Se sentía triste de perderla. Se sentía enojado por no tener más tiempo con ella. Estaba en shock y negando que lo que pasó era real. Al fin, aceptó que no podía cambiar eso. 

 En mi opinión, él creció muy rápido y se olvidó de que los momentos pequeños son importantes. Esta experiencia le recuerda que la vida es muy corta.  Mi papá empezó a tener más días libres y tratar de conectarse con la familia. Ahora, vamos a cenar juntos, jugamos futbol, juegos de mesa o salimos. No tiene que ser algo grande porque el momento solo ya es especial. Es importante valorar a las personas en la vida.