Perdidos

El primer año de vivir otra vez en la República Dominicana desde cuando tenía 8 años, entré al penúltimo año del bachillerato. No sabia nada. Las calles para mi no tenían nombres, y no podía caminar con alguien porque también no sabia nadie. Solo éramos yo y mi hermana menor. Nuestra madre nos llevo cómo dos veces para registrarnos y ya, no nos enseño el camino. En el primer día de clases nos dimos una perdida tan grande que alguien tenia que darnos una vuelta en su motora para ver si podíamos reconocer por lo menos una tienda y al final nos dimos cuenta que estábamos solo dos calles de nuestra casa.

Empezamos cuando la escuela terminó. Eran las doce y media de la tarde y estaba lloviendo muchísimo y no teníamos sombrilla. Caminamos hasta el parque y desde allí tomamos la calle que no era. Aquí nuestro día cambio de malo a horrible. Seguíamos en la dirección que no era, y todo el tiempo que estábamos en camino, estábamos tratando de cubrirnos de la lluvia. Después de casi diez minutos peleando de cual calle elegir siguiente, llegamos a una farmacia. Con el poco de español que sabíamos podíamos preguntar cómo llegar a la calle principal, porque eso es la única cosa que reconocimos del lugar en donde vivíamos. Seguíamos derecho adonde él nos apunto pero como no podíamos ver bien todavía estábamos perdidos.

En el camino encontramos una tienda de herramientas y les pregunte si yo pudiera usar su teléfono para llamar a mi casa. Al final ellos no respondieron la llamada y los trabajadores estaban preocupados por nosotros porque estaba muy claro que no somos locales. En este punto había muchas personas que nos estaban tratando de ayudar, pero uno de ellos tenia una motora y nos dijo que será mejor que anduviéramos por una vuelta para ver si reconocíamos algo. Los trabajadores nos aseguraron que él era un buen hombre y con eso fuimos con él, en tres minutos andando reconocí la calle principal. Apunté al señor a donde ir y el mencionó que su familia vivía ahí. Cuando él paro en frente de la casa, mi familia estaban hablando sin ninguna preocupación. En este punto la lluvia ya había parado y le dije a mi mamá que por su culpa nos habíamos perdido pero lo único que ella tenía en mente es el dinero para pagar el moto concho. No nuestra seguridad o nada solo ´por qué usaron un moto concho para llegar; qué frescas son´. El señor dijo que no le tenía que pagar y les contó lo que pasó. Mi abuela lo reconoció porque ella conoce toda la vecindad y también supo adonde estábamos porque ella pasa por ahí en su camino a cuidar una abuela. La tienda de herramientas solo estaba a tres calles de la casa pero estaba en un lado donde nunca cruzábamos.

Al fin no aprendimos nada porque nos perdimos otra vez al segundo día pero esta vez no estaba lloviendo y un moto concho que es amigo de mi mamá nos reconoció, nos llevo a casa y la regañó por dejarnos sueltos en un lugar nuevo. Todo esto podría ser evitado si tuviéramos internet en el teléfono pero allá es muy diferente respecto al internet. Después de una semana finalmente podíamos caminar a casa sin perdernos.