Un accidente en bicicleta

Toda mi vida he jugado al futbol y he estado en varios equipos diferentes. Era el mes de junio en el año 2017 y mi equipo estaba entrenando para un torneo muy importante que se acercaba. Tenía dieciséis años así que aun no manejaba el carro de mis padres. Normalmente me llevaban a los entrenamientos pero una noche no pudieron, como resultado me fui en mi bicicleta. A mí siempre me ha gustado montar bicicleta pero no estaba acostumbrado a ir tan lejos yo solo. Entrenaba en un parque grande en Manhattan y eso significaba que tenía que cruzar el puente Triborough. Antes de salir, me aseguré de que ambas llantas tenían suficiente aire y que las luces de mi bicicleta estaban funcionando bien.

Todo me fue bien de ida y al llegar al parque dejé mi bicicleta amarrado con un candado en un lugar visible mientras entrenaba con mi equipo. Había terminado el entrenamiento y ya era hora de regresar a casa. Mientras cruzaba el puente, me fascinaba ver la ciudad de noche. Ya estaba por el vecindario de Jackson Heights así que ya supe que estaba cerca por llegar. De repente, noté que la calle estaba bien oscura entonces empecé a ver mi alrededor y me di cuenta que las luces estaban medio opacas. Me aseguré que la luz de mi bicicleta estaba bien pero eso no fue suficiente para lo que iba a pasar.

Estaba andando bien hasta que sentí que mi llanta cayó en algo y causó que yo saliera volando y terminé en el suelo lejos de mi bicicleta. A lo que caí, mi hombro fue la parte de mi cuerpo que se llevó la mayoría del impacto pero no sentía nada debido a la adrenalina en ese momento. Vi que habían varios huecos pero las luces en la calle no alumbraban lo suficiente para poder verlos. La luz de mi bicicleta alumbraba más hacia adelante y no hacia abajo en el piso. Crucé la calle a recoger mi bicicleta y seguí de camino a casa. Por suerte no habían nada de carros en ese momento entonces me sentí un poco mejor de que nadie me vio. Cuando llegué a casa, tiré mi bicicleta en el piso y empecé a sentir el dolor en mi hombro. No pude levantar mi mano y mis padres empezaron a desesperarse. Me aguantaba las lágrimas, pero la verdad es que fue el peor dolor que he sentido en mi vida. Me llevaron al hospital Elmhurst porque era el más cercano para nosotros y normalmente es muy demorado, pero por suerte esa noche no habían tantos pacientes entonces la espera no duró tanto tiempo.

Cuando la doctora me atendió, me dio unas pastillas para el dolor para poder hacerme la radiografía. Me fue pasando poco a poco y por fin sentía un poco de alivio. Después de la radiografía me senté con mi mamá para esperar los resultados. Al fin llegó la doctora y me dijo que me había fracturado la clavícula. Inmediatamente pensé en el torneo que se acercaba y si tenía tiempo para recuperarme. La doctora me dijo que no iba a poder jugar y que debería de dejar actividades deportivas por varios meses. Mi mamá notó que me puse triste y trataba de explicarme que las cosas pasan de esta manera pero yo seguía triste y enojado al mismo tiempo. Tuve que tener puesto un yeso por varios meses y así empezó mi recuperación. Era muy incomodo al principio porque no podía mover el brazo y lo peor era cuando quería dormir. Normalmente duermo boca abajo pero con el yeso no lo podía hacer. Además de no jugar futbol, tampoco pude hacer otras cosas que normalmente hacía al día y eso me molestaba aun más. Por esa razón, me pasaba todos los días de mal humor y era muy obvio.

Yo hablaba con mis compañeros del equipo y ya se acercaba el torneo. Iba a tomar parte en el estado de Indianápolis y todos iban a viajar juntos. Mis amigos me decían que me vaya con ellos para pasarla bien entre todos pero yo seguía triste de que no iba a jugar y no me quería ir. Pasaban los días y mis padres me decían que vaya para estar con mis amigos y para también distraerme un poco. Poco a poco me fueron convenciendo hasta que decidí viajar con ellos. Lo importante era apoyarlos y pasarla bien con todos. Cuando estaba allá, me sentaba en la banca con mis entrenadores viendo los partidos y me daban una ganas de entrar a jugar, pero me decían que ya tendrá otras oportunidades en el futuro y eso me ayudó con mi recuperación mentalmente. Desde ese momento mi perspectiva cambió y ya me sentía feliz por estar ahí con todos. Cada gol y triunfo lo celebraba como siempre lo he celebrado. Estuvimos allá por cinco días y cada uno era lleno de risas y alegría. Era el ultimo día del torneo y mi equipo iba a jugar la final. El partido terminó y mi equipo salió siendo campeón del torneo y eso me alegró muchísimo. Yo también recibí una medalla por salir campeón y festejé con ellos. Todos se aseguraron de incluirme a mí en todo porque también fui parte del grupo, y eso me hizo sentir mejor.

Al regresar de Indianápolis, mi mamá se dio cuenta que ya no seguía triste ni enojado. Le expliqué que la pasé muy bien allá con mis amigos y que ya llegué a aceptar que el accidente no fue mi culpa. Le podía pasar a cualquier persona y no tenía control sobre lo que pasó. Le conté que mi recuperación me iba bien, pero supe que me iba a tomar más tiempo para estar al cien. También le mencioné lo que me dijeron mis entrenadores sobre las nuevas oportunidades que se darían en el futuro y ella estaba contenta de que ya no estaba de mal humor. Este fue uno de los primeros desafíos que me dio la vida, y después de todo llegué a aprender que hay que tener paciencia para ciertas cosas. Disfruté de lo que pude y ahí es cuando también aprendí a siempre hacer lo mejor de todo en cualquier situación que estés.