Un viaje a traves de fronteras

Mi tía Rosa es una mujer valiente que siempre soñó con un futuro mejor para su familia, entonces decidió que la única manera de lograrlo era emigrar a los Estados Unidos. Nacida en Quito, Ecuador, siempre fue conocida por ser resiliente a pesar de las dificultades iniciales. Dejó su hogar en el año 2022, con una mezcla de emoción y temor, sabiendo que el camino sería difícil pero con la esperanza de nuevas oportunidades.

El viaje fue largo. La adaptación no fue fácil. Viajó en autobuses y trenes. Cuando estaba de camino hacia la frontera, extrañaba su hogar y su familia, pero con el apoyo de tantos inmigrantes que también fueron por ese camino, se sintió más calmada porque ellos fueron como su segunda familia.  Llegaron a su destino y después cruzaron la frontera a pie. En un momento, se encontró perdida en el desierto, sin saber si podría continuar. Dieciséis horas después vio el río de Ecuador para Colombia. Mi tía y con más gente  tenía que cruzar el rio en la noche porque era más fácil no ser vistos por los patrulleros. Lo difícil fue que el río era muy profundo y que había muchos cocodrilos en el agua. Ella con mucho cuidado que tuvo, al fin lo logró y de nuevo tenía que seguir caminando hasta que llegar a Santa María. De allí le faltaban como 95 millas para llegar a Guatemala. En Guatemala ella se sintió tranquila porque nosotros tenemos familia allá, y se quedó con ellos por dos semanas para descansar un poco. 

Dos semanas pasaron y con una mezcla de nervios y esperanza, se despidió de la familia, sabiendo que el camino por delante seria largo. Se subió en un autobús que la llevaría hasta la frontera con México. Al llegar a la frontera entre Guatemala y México, ella se encontró a un  grupo de personas que también buscaban cruzar. Viajaron en un tren de cargas que es conocido como “La Bestia” y era muy peligroso porque había caídas, ataques, y más peligros. Llegó hasta la Ciudad de México, y logró encontrar transporte hacia el norte. Para mi tía esto fue muy difícil porque cuando cruzó, la frontera era puro desierto. El calor fue insoportable y la falta de agua que no tenía. 

Al llegar a los Estados Unidos, se enfrentó a un mundo completamente nuevo, algo completamente diferente a la que estaba acostumbrada. La barrera del idioma fue uno de los mayores obstáculos. Para ella era muy difícil porque en cada esquina que iba, puro inglés hablaban. Donde nosotros vivimos es en Brooklyn, y hay diferentes culturas por aquí, por ejemplo, judíos, árabes, americanos, y de vez en cuando hay algunas personas de México, Ecuador, colombianos, y más. 

Se inscribió en clases nocturnas para aprender el idioma y poder comunicarse mejor. Poco a poco su inglés fue mejorando pero todavía tenía dificultad. Durante el día, se fue a buscar trabajo pero nadie la quería porque ella no tenía experiencia con muchas cosas. En busca de trabajo, al fin encontró una comunidad en Brooklyn para trabajar en housekeeper. Al principio, su trabajo era duro porque le pagaban mal y cada vez que le tocaba limpiar el polvo se enfermaba mucho, pero nunca se quejó. Sabía que cada dólar ganado era un paso más hacia una vida mejor. Con el tiempo, a pesar de estas dificultades, mi tía nunca perdió la esperanza. Trabajaba largas horas, a veces en múltiples empleos, para poder mantener a su familia y ahorrar para el futuro.  Ya con lo poco de experiencia que ella tuvo se encontró un empleo estable que le permitió enviar dinero a su familia en Ecuador y ahorrar para traerlos a los Estados Unidos. 

Gracias a su esfuerzo, hoy podemos disfrutar de las oportunidades que ella tanto soñó. Además mi tía es una persona generosa y compasiva. Siempre dispuesta a ayudar a los demás.