Fue una tarde, el 19 de junio de 2020, cuando yo estaba alistándome para sacar a mi perrito. De repente, mi padre me llamó a su cuarto y me dijo que lo que me iba a contar debía tomarlo con calma. Mi corazón se paró cuando vi a mi mamá llorando, diciendo: “No me contesta el teléfono, no puede ser cierto.” Mi padre me hizo sentarme en la cama y me dijo: “Tu primo Charlee acaba de fallecer… él se suicidó.” No lo podía creer. Estaba muy confundida porque tengo dos primos con el mismo nombre. Uno por parte de mi mamá y el otro por parte de mi papá. Mi padre me dijo que era mi primo por parte de mamá, y fue en ese momento que me quedé en shock.
Apenas había cumplido 15 años el mes anterior, y ese mismo primo me había enviado un video con un globo, diciéndome cuánto me quería y que estaba muy feliz por mí. Me dijo que siempre siguiera con mi vida y que nadie me quitara la felicidad que tengo. Que fuera el cambio que quiero ver en el mundo.
Fui a sacar a mi perrito, y cuando regresé, todos ya estaban listos para ir a la casa de mis abuelos. Mi abuelo quería que todos estuviéramos con él cuando le iba a dar la noticia a mi abuela. El camino a su casa fue un sentimiento muy frío, un nudo en la garganta que no soltaba ni lágrimas. Cuando llegamos a su casa, ya estaban mi tía y mis dos tíos con mis primos, listos para dar la noticia. Nos sentamos en el cuarto de mi tío con mi abuela, y ella sintió que algo no estaba bien. Mientras mi abuelo le hablaba para dar la noticia de una manera que no fuera tan triste, algunos ya estaban llorando. Mi abuela dijo: “Ya dímelo, ¿quién se murió, quién?” y sus ojos se pusieron rojos mientras mi abuelo le decía: “Tu nieto, Charlee.” Todos empezamos a abrazar a mi abuela. Mi mamá y mi tía lloraban junto con ella, mientras los hombres trataban de consolarlas, pero nada funcionaba.
Mi hermana y yo crecimos con una mentalidad y una frase: “Mientras ustedes no se rompan un brazo, pierna o dedo, o no vean sangre, no hay por qué llorar.” Lo único que hicimos fue abrazar a mi abuela y nos sentamos en silencio, viendo cómo todos lloraban. Cuando ya nos estábamos yendo, un tío mío, Rich, me abrazó y me dijo: “¿Estás bien? No tienes que ser fuerte si te duele.” Escuchar esas palabras me rompió, y Rich me abrazó fuerte y me sostuvo hasta que me calmara.
Mi tía nos avisó que el funeral sería el 24 de junio. En poco tiempo, todos organizamos el viaje porque era en Maryland. Durante todo el viaje, el silencio era tan fuerte, y si hablábamos, el tema siempre era mi primo, y las lágrimas alcanzaban a todos. Cuando llegamos, fue como una pesadilla en la que no podía despertar.
Por muchos meses no supe qué me pasaba, porque lo único que rondaba en mi mente era mi primo. “¿Por qué?”, “¿Por qué él?”, “¿Por qué lo hizo?” y muchos más “porqués”. Durante un buen tiempo me volví una persona fría, y no me importaba nada. Incluso mi familia notó el cambio. Pasaron dos años, y encontré el video que mi primo me dedicó para mis 15 años. Yo no me llevaba bien con mi prima, que era su hermana, desde los 12 años, y esa fue la razón por la que nunca me comuniqué cuando se fueron a Maryland. Pero ya habían pasado dos años desde su fallecimiento, y decidí que quería tener paz en mi corazón. Me di cuenta de que no soy la única que se vio afectada, sino que a todos nos dolió. Fui tan egoísta, y por el rencor que le tuve a mi prima, no aprecié a mi primo cuando estaba con vida.
Mi ego es grande, pero aprendí que debo estar bien con todos, porque mi amor por las personas es más grande, solo que no lo había entendido. La razón por la que siempre soy una persona alegre y hablo mucho es porque me hace sentir bien hacer sonreír a alguien o hacer que se ría. Quién sabe, tal vez esa persona necesitaba esa energía alegre. Un día él y yo nos volveremos a ver.