El paso de peatones que lo cambió todo

Mi historia empieza cuando yo tenía solo 8 años. Me gustaba ser independiente porque mi mamá siempre me decía que yo iba a la escuela para estudiar y ser alguien en la vida, no para hacer amigos ni para “calentar el asiento”. A mí me gustaba ir a la escuela y también prepararme. Todas las mañanas, mi mamá me hacía el pelo; era una rutina, y también me bañaba para quitarme el sueño.

Era una semana al final del mes de octubre cuando yo le estaba pidiendo a mi mamá si por fin me dejaba ir solita a la casa, porque veía cómo todos mis compañeros se iban a su casa solitos. Yo intentaba convencerla una semana antes de que me pasara el accidente. Finalmente, ella confió en mí y me permitió ir sola a la casa. Yo estaba tan feliz, así que mi mamá pidió una carta de la escuela para darme permiso de ir caminando sola a la casa. Después de una semana, ella eligió el día en que podría ir sola. Mi mamá siempre se preocupaba por mis hermanas y por mí, pero esa semana en que me dejó ir sola estaba aún más preocupada, así que me iba a encontrar en la esquina de la acera antes de que cruzara la calle.

Era un jueves y recuerdo el día como si fuera ayer. Yo me estaba preparando para ir a la escuela. Mi mamá me dejó en la puerta donde entran los niños del cuarto grado y, por fin, me permitió cruzar la calle sola, ya que veía que podía hacerlo, pues mi casa estaba solo una calle después de la escuela. Entonces, fui a la escuela muy feliz.

Después de un largo día en la escuela, ya era tiempo de salir. Me encontré con una amiga que se llama Joselyn. Ese día, nos fuimos por el mismo rumbo. Joselyn era una niña muy chistosa y nos reíamos mucho cuando hablábamos. Finalmente llegamos a la luz para cruzar la calle, pero cuando llegamos, me quedé preocupada porque mi mamá me había dicho que me iba a esperar en la esquina de la calle, pero ella no estaba donde debía. Cuando ya era nuestro turno, mi amiga Joselyn y yo cruzamos, y al llegar al medio de la calle, un autobús nos atropelló.

Este es el momento en que mi vida cambió para siempre. Joselyn y yo estábamos en el suelo, y no recuerdo mucho de esa parte, pero sí recuerdo que mi pierna estaba debajo de la rueda del autobús. Lo que sí recuerdo es que trataba de levantarme para ir a la casa porque me preocupaba que, si llegaba tarde, mi mamá ya no me dejara caminar sola. También quería ver a mi mamá porque estaba muy asustada. Ella vino corriendo cuando una vecina le avisó que me había atropellado el autobús. Llegó gritando, y me vio en el suelo. También llamó a mi papá, quien vino corriendo con mi hermana pequeña, Vanesa. Cuando mi hermana me vio en el suelo, también empezó a gritar mientras mi papá le gritaba al hombre que iba manejando el autobús.

La ambulancia llegó y me llevaron en camilla al hospital más cercano, que era Elmhurst Hospital. Me hicieron muchos exámenes y estuve en el hospital casi 10 horas. Después de esas 10 horas, me dieron de alta y me fui a casa. Mi papá vino a recogerme junto con mi mamá esa noche.

Después del accidente, falté muchos meses a la escuela, y muchas cosas en mi vida ya no fueron lo mismo. Tuve dos grandes cirugías, una de ellas fue un injerto de piel. Ahora tengo una gran cicatriz en la pierna derecha que siempre me recordará ese día. Esta es una historia muy vulnerable para mí, pero es una gran parte de mi vida que me gustaría reconocer más como parte de mí.