A lo largo de mi vida, siempre he querido votar. Era algo que había visto hacer a mis padres y a mi hermana mayor. Votar es algo importante para mi familia, especialmente en los Estados Unidos continentales, porque en Puerto Rico, a pesar de que somos ciudadanos estadounidenses, no se nos permite votar por el presidente.

Cuando cumplí 18 años, supe que podía hacer lo que había soñado durante años. En noviembre del 2020, finalmente pude votar en las elecciones presidenciales. Todas las veces que había fingido votar me habían preparado para este momento. Realmente, el proceso de votación fue muy fácil. En Nueva York, es necesario registrarse, así que antes de votar, necesitaba registrarme y declarar el partido en el que estaba afiliada. Pude registrarme en línea y declarar que soy miembro del Partido Demócrata. A partir de ese momento tuve que esperar la aprobación. Honestamente, no recuerdo cuánto tiempo esperé para que me aprobaran, pero creo que tomó alrededor de una semana y media.  

Una vez aprobada, decidí que en lugar de esperar el día de las elecciones iría a votar el 24 de octubre porque los neoyorquinos tenían la opción de que la gente votara temprano como resultado de la pandemia de coronavirus. Me desperté temprano con la esperanza de que la cola no fuera larga porque sabía que mucha otra gente tendría la misma idea que yo. Desafortunadamente, no tuve suerte y había una línea bastante grande. En total, esperé una hora y media en fila afuera de mi lugar de votación en el Bronx y finalmente pude entrar y emitir mi voto por primera vez. 

Fue una experiencia increíble. Me sentí como una mujer adulta. En el futuro espero volver a votar como una forma de ayudar a mi país y de representar a los portorriqueños que no pueden hacerlo. Cuando voto, no solo sigo los pasos de mis padres y mi hermano, sino que también estoy honrando a mi familia en Puerto Rico que no puede emitir su propio voto. Estoy poniendo a los políticos que se alinean con mis puntos de vista en una posición de poder con mi voto.