Mi experiencia aprendiendo inglés

Me mudé a Estados Unidos sin saber el idioma. Solo sabía decir unas pocas y casi nulas palabras que había aprendido en mi país. Todo empezó cuando tenía 15 años y recién llegue de El Salvador en el año 2016. Empecé una nueva vida en Hempstead, un pueblo que está ubicado en Long Island, New York. Está mayormente habitado por latinos y afroamericanos. Me acomodé a simplemente hablar en español porque, sinceramente, no veía la necesidad de aprender inglés, ya que si iba a un supermercado o a una tienda todos eran bilingües. 

 Pasé como alrededor de un mes sin asistir a una escuela. Sin embargo, tenía que ir, así que mis padres me inscribieron. A ellos, les dieron la opción de ponerme en clases regulares en las que los estudiantes eran nacidos aquí o bilingües, donde los demás chicos también eran recién llegados como yo.

  Mis padres tomaron la decisión de inscribirme al programa bilingüe porque ellos consideraron que era lo mejor para mí y de esa forma, aprendería desde cero. También, para que no me sintiera mal o llorara por no entender a mi maestra y a mis compañeros. Como mencioné anteriormente, solo sabía palabras básicas y me atemorizaba el hecho de estar con personas que no conocía, que tenían diferente cultura y que ni tan siquiera compartíamos el mismo idioma. 

 Por esa razón, al principio pensaba que no iba a durar mucho tiempo en la escuela, pero no fue así.  El primer día que asistí a clases, me sentía muy rara, como si estuviera en otro mundo. Todos se conocían, tenían amigos y yo era nueva. Todos me miraban y yo me sentía muy incómoda. Pasé a mi otra clase, y sentí un alivio muy grande al ver que todos hablaban español. Todos empezaron a hablarme y a explicarme cómo era el sistema. La clase era de inglés básico, pero aun así, para mí era algo muy difícil porque no sabía cómo formular una oración.

 El tiempo pasó y era hora de tomar un examen y dependiendo de la nota que obtuviera me subirían de nivel. Yo quedé en el nivel 2B, lo que significaba que aún no estaba lista y que aún me faltaba mucho que aprender. El examen estaba dividido en tres partes las cuales eran de escribir, escuchar y leer. Pasé la parte de lectura, pero no las otras dos. Las personas que hablaban en los audios, lo hacían muy rápido y era muy difícil comprender lo que decían, por lo que no tuve otra opción que responder las preguntas al azar. 

 A la siguiente vez que tome ese examen, lo pase quedé en el nivel más alto. Estaba en shock cuando me dieron los resultados porque no podía creer que lo había logrado. Les di las buenas noticias a mis padres y me dijeron lo orgullosos que se sentían por mí. 

 El cambio de clases fue un gran reto para mí. Eran más complicadas y avanzadas que las que me  daban en español y me ponían a escribir muchos ensayos en los cuales al principio recibía malas calificaciones porque aún no sabía palabras de un nivel académico alto. Tenía dificultad para comunicarme y me aislaba mucho por miedo a equivocarme prefería sentarme en los asientos que estaban al final del aula. Luego, con el tiempo, empecé a perder el miedo y trataba de hablar más con mis compañeros y a participar más en clases. Las primeras veces, no me entendían muy bien por mi acento y me decían que volviera a repetir lo que había dicho. Soy muy tímida e introvertida, por lo que decidía mejor quedarme callada o decirle a la maestra “Nevermind”, que en español seria “olvídelo”. 

 Me di cuenta de que si seguía así nunca iba a avanzar, así que practiqué con mis amigos y con algunos de mis primos pequeños y de esa forma aprendí más vocabulario. El hecho de que tenía acento no era algo malo y no debía de sentirme avergonzada por eso. 

 Poco a poco fui perdiendo el miedo a hablarlo. Ahora hablo con más fluidez y sin la necesidad de tener que repasar y repetir las palabras y oraciones en mi cabeza muchas veces antes de decirlas. Me di cuenta de que si no sé una palabra o no sé pronunciarla bien no debo de sentirme ofendida si alguien me corrige. Ellos simplemente quieren ayudarme. Además, lo importante es el esfuerzo y que no es indispensable hablarlo perfectamente porque todo tiene un proceso. También aprendí que a veces es necesario salir de nuestra zona de confort. 

  Ahora, el idioma ya no es una barrera para mí. Mi vida es un poco más fácil a cuando no sabía nada. He tenido muchas más oportunidades que antes y he conocido y compartido más con las personas con las que antes quería hacerlo pero no podía. Ahora estoy en la universidad y aun me siento algo insegura, pero sé que puedo dar lo mejor de mí y ahora más que nada porque soy una persona que sabe dos idiomas. 

 Mi experiencia no fue la mejor porque hubo muchos obstáculos al principio, pero con el tiempo y con más determinación y dedicación pude lograr mi objetivo. Sufrí mucho porque no sabía cómo expresarme como lo hacía en mi primer idioma y algunas veces hasta pensaba que los demás creerían que era tonta. El proceso fue muy largo pero al final valió la pena.