La línea fina entre la preocupación y la felicidad

Una soleada mañana, fui despertado por mi esposa, con la cual he estado casado por 3 años. Exitosamente, brinco encima mi pecho mientras dormía. Me acuerdo de que me sentí furioso y paranoico al pensar que alguien me estaba atacando. Mientras brincaba en la cama y me sacudía como una sábana llena de polvo, sus ojos dilatados y su gran sonrisa me impidió quedarme enojado. ¿Le pregunté “Que había pasado?”. Luego, me enseño su mano derecha en la cual tenía una prueba de embarazo positivo. Con inmensa felicidad y alegría brinqué de la cama como un sapo y la abracé fuertemente. ¡Finalmente, iba a ser padre!

Al principio la felicidad nos consumió a ambos y día tras día imaginamos la nueva vida que íbamos a tener. Mi esposa le encantaban a los niños. Les fascinaba tanto que era profesora en una escuela y en su adolescencia también era niñera. En mi crianza, fui el único niño de mis padres. Al ser hijo único, siempre tuve un vacío en mi alma que solía llenar. Era mi sueño tener hermanos durante mi crianza para compartir con ellos y entretenerme. Incluso, pasaba la mayoría de mi tiempo en la casa de mis tíos, compartiendo con mis primos casi religiosamente. Al llegar la hora de ir a casa, recuerdo que en ocasiones, mis padres tuvieron que llevarme por las orejas, de tanto no querer separarme de ellos. Esto contribuyo mucho a querer tener muchos hijos porque nunca quiero que mi hijo sienta el mismo abismo en su corazón. A la misma vez, mi esposa tuvo problemas de fertilidad y tener la oportunidad de ser padre fue una bendición como ninguna otra.

Eventualmente, lo que era para mí una alegría fue algo que rápidamente se convirtió en preocupación e inquietud. Sentí que ya no sentía el mismo nivel de felicidad y las preocupaciones de ser un nuevo padre me estaban desbaratando pedazo por pedazo. Por ejemplo, uno como padre, siempre quiere lo mejor para sus hijos. Pero, a veces, sucede que las circunstancias para tener a un niño no siempre son ideales. Mi mente no pudo aceptar tener un niño sin poder tener todo en orden para que no le falte absolutamente nada.

Mi primera inquietud fue mi situación financiera que, en ese tiempo, no estaba en buena condición. Pensé “Si estoy pasando por tantos problemas sin tener un niño, no puedo imaginar cómo se sentiría mientras tenerlo.” Empecé a crear listas de gastos de padre y me convertí aún más paranoico. Estuve pensando en pañales, toallitas para bebes, leche, comida, y seguro médico. A pesar de dinero, me sentí avergonzado por no tener un mejor trabajo para poder soportar a mi nueva familia apropiadamente. En ese tiempo, trabaje en una compañía de mudanza en la cual no me pagaban lo suficiente y me sobre trabajaban. No quise criar un niño/a en un mundo en el cual yo no iba a poder darle lo necesario. Otro problema también fue que me sentía como un perdedor. Muchas personas de mi edad ya habían terminado la universidad mientras yo ni siquiera había empezado.

Mientras pasaban los meses, más crecía su bonita pancita. Eventualmente, creció y creció hasta que cada vez que Yo cantaba, pateaba en su barriga. Realmente fue una experiencia asombrosa ver una criatura estirar su cuerpo como si fuera un pequeño extraterrestre. Una noche, mi esposa me pregunto si yo ¿”sentía alguna conexión con mi hija” Me quedé sorprendido con una pregunta tan audaz. Al tener tanta preocupación en mi mente, no me atrevía a compartir mis inquietudes con mi esposa. Mi prioridad siempre fue no ofenderla y no causarle estrés. Le respondí y le dije “por supuesto”. Pero hay algo sobre las mujeres que todas tienen en común. Es como si fueran las mejores detectives del mundo. Entre más negaba que estaba mintiendo, más me preguntaba. Eventualmente, le dije que no. A lo mejor comparado a ella, no sentía ningún bebe en mi vientre. Para mí, todavía no podía percibir que realmente iba a ser padre porque mi cuerpo no estaba pasando por todas las pateadas que sentía mi esposa. En fin, el estrés de ser padre no me dejaba sentir.

Al llegar los nueve meses, una mañana lleve a mi esposa al hospital para recibir él bebe.  Mientras manejaba recuerdo los grandes nervios de este gran momento. En este momento, las mismas preocupaciones que tenía desde el principio todavía circulaban mi mente. Pero al llegar al hospital, me di cuenta de que ya no hay de otra y el momento final ya llegaba. Después de varias horas esperando y esperando, mi esposa empezó a dar a luz. Mientras más sudaba, más gritaba hasta el momento que nació mi bella hija. Empezó a gritar tan fuerte hasta que el doctor la limpio, y me la entrego. Solamente en mis brazos pudo calmarse y sentirse segura. Jure en ese momento que como su papá hiciera todo en mi poder para siempre asegurarme de que no le falte nada. Pude llevarla a casa y finalmente disfrutar de nuestra bella bendición.

Al principio me preocupaba por no tener un mejor nivel de educación, no tener mejor trabajo, y no tener la situación económica requerida para criar a un niño correctamente. Luego aprendí que ser padre no viene con un manual estudiantil o una guía. Pude darme cuenta de que es un proceso que entre más tiempo le das, más aprendes y si amas a tu niño, inconscientemente vas a hacer todo lo posible para poder superar lo que perjudique su bienestar. Aprendí que los niños necesitan muy poco.  Solo necesitan cariño y amor. Me maté tanto por no estar bajo mejores circunstancias económicas, pero me di cuenta de que tener a mi hija fue lo que realmente me empujo a ir a la escuela y conseguir un buen trabajo con la ciudad. Pensé que no tenía ninguna relación/conexión con mi hija, pero esto fue porque durante estos nueve meses, no sentí nada de lo que mi esposa sentía al cargarla. Pero puedo asegurar que después de tenerla en mis brazos esto fue una conexión inigualable que hasta hoy en día tiene dos anitos y en ningún momento se apega de mí. Pude realizar que un mundo perfecto no existe, circunstancias perfectas no existen, y que mi hija fue el gas que reavivo la llama en mi alma para poder cambiar la trayectoria de mi vida para siempre.