El canto del río

Las vacaciones son un tiempo para relajarse y pasar los días sin estrés, pero cuando viajé a Colombia de los Estados Unidos en el verano del 2015, nunca pensé que pasara por un desafío de vida y muerte. Mi hermano menor y yo ya habíamos ido a Sudamérica varias veces, porque nuestra familia todos viven en Colombia y el verano es el tiempo perfecto para visitar. Tenía trece años y mi hermano tenía siete años. 

El viaje en avión era cinco horas y las sillas eran incómodas. Estábamos muy contentos cuando el avión finalmente aterrizó. Cuando llegamos a la ciudad de Cali, nos quedamos con mi bisabuela, mi tía, y mi tío, porque el barrio está a veinte minutos del aeropuerto. Mi bisabuela nos saludó felizmente y nos preparó una comida. Mi hermano y yo comimos en el avión, pero era comida poco apetecible, así que, disfrutamos unas arepas frescas con chocolate y queso. Sabían delicioso y compartimos un buen tiempo con la familia esa noche. 

Desempacamos los maletines y arreglamos nuestras cosas. Por unos días, pasamos el tiempo en la casa y el barrio. También fuimos a las tiendas cerca de la casa, donde hay una heladería, una panadería, y varias tiendas de esquina. Después, hicimos planes para ir a la finca de mi tío. Es en las montañas y un viaje largo, modo que en carro llegamos en dos horas al barrio.  

Una mañana él nos dijo que quería llevarnos a un río cerca de la finca. Yo estaba muy entusiasmada porque me encanta ir a los ríos de Colombia. Nos despertamos temprano antes del gallo para alistar la comida y otros materiales necesarios. También vino el caballo para cargar lo más pesado. Bajamos al pueblo y encontramos el camino. Mi tío nos dijo que el viaje sería un poco difícil y que teníamos que ser cuidadosos. 

Empezamos a caminar en el rastro de tierra. Era muy inclinado y estrecho. No sabía que teníamos que andar tanto pero seguí caminando. Hasta que de repente, escuchamos un grito. Mi bisabuela se resbalo y estaba en el piso. Inmediatamente, todos fuimos a su lado para ayudarla. Yo estaba muy asustada por su salud. Afortunadamente, ella estaba bien y nos dijo que ya podemos seguir. 

Con precaución yo caminaba en el camino. Estaba nerviosa pero mi tía me agarro la mano y bajamos despacio. Después de media hora y mucho esfuerzo, escuchamos el sonido del río. El camino era más nivelado y la tierra más húmeda. Por fin llegamos al río. Todos estábamos muy alegre a llegar a nuestro destino, y encontramos una área para sentarnos y sacar las cosas. Nos pusimos el protector solar y nos metimos al río finalmente. El agua convirtió mis huesos en hielo, aun así era perfecto después del viaje.

Pasamos casi todo el día en el Río Claro nadando y tumbando piedras. El agua era fuerte y muy aislado. También cocinamos carne asada con arroz y papas para comer. Para subir al pueblo otra vez era laborioso pero un poco más manejable. Cuando llegamos a la finca ya se estaba bajando el sol.

La experiencia de ir al río es una que nunca olvidará. Pase un buen tiempo con mi familia. Aprendí a tener más confianza y que puedo contar con mi familia en los tiempos duros.  Además aprendí que a veces el camino es difícil pero con determinación todo es posible.