Experencia de una buena vida

Mi abuelo tiene 59 años. Se llama Adrián, tiene tres hijos y dos hijas. Una de sus hijas es mi mamá, que tiene 39 años. Adrián vivió la mayor parte de toda su vida en El Salvador. Nunca había visitado los Estados Unidos hasta sus 55 años de edad. Cuando llegó allí, estaba feliz de que iba a ver a sus hijas, hijos, nietos y nietas.  

Uno de sus hijos había conseguido su ciudadanía hace un par de años, por lo que solicitó la residencia  para que su padre visitara los Estados Unidos cada año. Así fue cómo Adrián empezó a visitar el país cada marzo para ver a su familia. 

Cuando viene, solo se queda en América por un par de meses hasta que el otoño se acerca. Cuando entró por primera vez se sorprendió cómo se veía el país. Todo era nuevo y futurista. Por ejemplo, los trenes, los parques de atracciones agradables, las hermosas piscinas, los carros de lujo, las casas lindas y lo más importante de la ciudad. Nunca había visto algo así en su vida. Vive en el campo en El Salvador, así que no había cosas futuristas y materialistas en su ciudad natal.

Cuando está en Estados Unidos, su familia le lleva a comer todos los domingos y también a lugares para que pueda divertirse, pero los días de semana se queda aburrido porque toda su familia trabaja y va a la escuela. Entonces se queda en casa viendo televisión y descansando. A veces se pone hacer unos trabajitos de construcción en la casa. Pero después que la familia termina sus trabajos, lo sacan a pasear para que no se quede aburrido todo el tiempo. 

Pero al fin, cuando llega octubre se prepara para irse a El Salvador. Es una alegría para él porque se va a la casa que construyó, pero también una tristeza porque no va ver a su familia hasta el próximo año. A Adrián no le gusta el frío, entonces ve a su familia cuando se va el frío.