El amor puro

Primeramente, quiero decir que las mascotas son una preciosura para nosotros como humanos, ellos nos traen compañía, socialización, y pueden ayudar con sentimientos de soledad. Yo estaba cumpliendo 12 años cuando le pedí un perrito a mis padres. De niña yo era persistente y no le paré de hacer oficios y favores a mis papás hasta que ya dijeron que sí. Fue el mejor día cuando se cumplieron mis deseos y me consiguieron mi amado perrito, al cual llamé Max. Desde esa temprana edad yo lo amaba mucho, y criarlo no fue cosa fácil. En sus “puppy days” él nos hacía desastres, necesitaba entrenamiento, y costó para que él aprendiera a comportarse mejor. Hasta le daba ataques de ansiedad cuando se quedaba solo y siempre teníamos que andarlo cuidando. A veces ni podía usar el baño sin que él se pusiera triste y a todo llanto detrás de la puerta. Para separarse de nosotros era un terror y cada vez que salíamos se escuchaba ladrar, tan tristemente. 

Un año de haberlo adoptado, como consecuencia de todo el estrés que le estaba poniendo, ocurrió un punto en que mi mamá ya no lo aguantaba y decidió dárselo a una señora conocida. Yo le lloraba a mi mamá pidiendo que él se quedara, porque ya me había encariñado de él. Además, la única familia que Max conocía era nosotros. Él lloraba por nosotros y nos amaba, esta separación fue difícil para él, nuestra compañía le hacía demasiada falta. A las 3 horas de haberlo dejado mi mamá recibió una llamada de la señora diciendo que ya no lo aguantaba. Max no dejaba de llorar y soltaba un llanto de terror, como decir “por qué me abandonaron, no saben que los amo y los extraño”. Desde que lo dejamos allí no paraba, ya la señora le tenía miedo. En ese momento yo me alegré secretamente, y fuimos a buscar a mi bebé. Cuando mi amado Max nos vio ladraba con alegría, y hasta se orinó de emoción. Él estaba pegado a nosotros y no estaba tranquilo con nadie más, él era solo NUESTRO. 

Como a los 9 años después del intento de regalarlo, Max cumplió sus 10 años, y seguía con su mismo caso de ansiedad severa. Siempre ha sido apegado a mí, y le encantabna sus caricias. Ni me acordaba de una vida donde no tenía un animal tan amable en mi vida. Hasta el día en que fui levantada a las 6 de la mañana el 15 de Julio y la escena fue un terror. Max se había desmayado encima de un charco sucio. Toda mi familia nos levantamos, y nos pusimos a llamar a hospitales de animales. Y fue cuando nos dijeron que le diera CPR; Yo le daba con el ritmo de la canción “staying alive” pidiéndole a Dios que se quedara vivo mi compañero. Estábamos en el carro, yo todavía con mis manos tratando de despertarlo. Había un tráfico terrible y me hico sentir tan angustiada y triste. Él era un miembro de nuestra familia al que amábamos demasiado y verlo en una posición tan vulnerable me dolía el corazón. 

El amor de nuestros animales es tan puro. A veces aunque nos enojamos con ellos, (o lo regalamos) siempre nos quieren igual. Nos aman incondicionalmente de una manera tan linda y es por eso que estas pérdidas duelen más. Aunque no puedan hablar, los animales todavía nos enseñan que nos aman aunque sea de una manera diferente. Max nunca me ofendió, él solo supo amar. Aunque a veces me fastidiaba con él, hoy en día no cambiaría eso por nada. Porque él fue un inocente puro, un amor, y me hizo feliz cada momento que pasaba con él. Finalmente, solo les quiero decir, que hay tiempos en que no valoramos las cosas hasta cuando ya no la tenemos. Cuando nosotros adoptamos a Max, trajimos a un nuevo miembro de la familia, pero cuando se fue igual lo amábamos como familia. Tenemos que amar, y tratar a nuestras mascotas con amor, porque el día de mañana cualquier complicación médica, o un accidente puede provocar que nos dejen, siempre hay que valorar la vida, y amar lo más que podamos porque la vida se puede ir en un instante.