Mi padre, un hombre que captura precisamente la vida del inmigrante promedio.

Mi papá se llama J.A.R. y tiene cincuenta y seis años. Es un hombre bien carismático, con buen sentido de humor, trabajador y responsable. También le encanta la música de bachata y merengue. Él mide cinco pies y cinco pulgadas, tiene el pelo corto y con la edad se le ha puesto de color blanco y también tiene las manos grandes y huesos bien duros, aunque no tiene un cuerpo grande. Mi papá es dominicano, nacido en los campos de la República Dominicana junto a sus trece hermanos y hermanas y su papá y mamá. Su historia antes y después de venir a los Estados Unidos describe bien la vida del inmigrante promedio. 

Mi papá nació en un pueblo pequeño y relativamente pobre llamado Jamamu, en una zona rural llamada San José de la Mata en la República Dominicana en el año 1968. Vivía una vida pobre y por la mayoría dura en el campo con su familia. Su papá trabajaba en una tierra parecida a una granja y su mamá mantenía la casa y los hijos. Su papá era un hombre que sufría de mucho estrés y desesperación. Mi papá comenzó a trabajar bien joven y él piensa que esta fue la razón por la que tiene el tamaño de altura que tiene (5,5) y también por la que tiene las manos tan grandes y huesos tan duros. Tuvo la oportunidad de ir a la escuela en su país y llegó a cumplir los cuatro años de universidad. Estudiaba psicología para ser sacerdote. Pero él y sus amigos no se sentían seguros de esa camino, entonces en una vacación de verano se fueron y no regresaron más. Continuo mi papá trabajando entonces en la ciudad de Santo Domingo por un tiempo, adaptándose a trabajos que no estaba acostumbrado a hacer. Al principio fue difícil, e incluso usaba una bicicleta de condición terrible para viajar al trabajo. Hasta que eventualmente se pudo comprar una motocicleta de marca YAMAHA que hasta hoy la recuerda con cariño y que ahora usa y cuida su hermano. 

En el año 1998 mi papá pudo conseguir un vuelo a los Estados Unidos gracias a ciertas personas que lo ayudaron con ciertos papeles e informaciones para poder llegar a los Estados Unidos exitosamente. Cuando llegó a Nueva York específicamente, era invierno, entonces recuerda ver todo feo, los árboles estaban sin color y sin hojas. El frio no era algo a lo que un hombre nacido en la Republica Dominicana, un país caluroso, estaba acostumbrado. La suerte fue que él tenía familia asentada en los Estados Unidos ya. Mi papá en el tiempo que vivió con ellos, trabajó muchos trabajos que requerían mucho esfuerzo mental y físico y trabajos que no había experimentado en su país. Entonces por un tiempo vivía en una calle llamada Meserole en Brooklyn con sus familiares. También mi mamá y su familia vivían en la misma calle. Y por la ayuda y conocimiento de mi abuelo materno, mi papá pudo conocerla y establecer un relación con ella, pasando tiempo juntos cuando podían. Después con la ayuda de mi abuelo consiguieron una casa al lado de mis abuelos en un lugar llamado Glendale en la calle setenta y ocho. Se casaron en el 2004 y me tuvieron en el 2005. 

Mi papá resume la vida de él como una vida que ha requerido mucho sacrificio y esfuerzo pero también una vida con la cual él está bien satisfecho y agradecido. Él también termina diciéndome que, si pudiera decirle algo a su versión joven, le diría que no te quedes con los brazos cruzados, que no te quedes conforme con solamente lo que has logrado, sino que sigas logrando y experimentando, progresando, y ver cómo solucionar mejor tu situación económica, y que nunca te olvides de tu familia. Porque la familia es lo que le da la fuerza para soportar las desafíos de la vida y para seguir adelante. Y también si pudieras ser algo diferente, trabajar para una compañía que tuviera más beneficio y calidad de vida en vez de los trabajos menos importantes que muchos inmigrantes y latinos ocupan cuando primero llegan a los Estados Unidos.