Algún tiempo atrás, sucedió una tragedia que cambiaría nuestra forma de vivir. Mi familia y yo nos fuimos de vacaciones durante la última semana de enero. Al poco tiempo, vimos las noticias que había un virus en China. La verdad es que, yo no le puse atención. Estaba de vacaciones y quería enfocarme en divertirme y no pensar en lo negativo. Jamás me imaginé que esas noticias llegarían a cambiar las vidas del mundo entero. 

Nuestras vacaciones ya estaban llegando a su fin y era tiempo para regresar a casa. Así que, llegamos al aeropuerto de JFK donde veíamos que algunos trabajadores ya andaban con sus mascarillas. Automáticamente pensé que era por el tal virus que según iba llegando a Nueva York. Yo no tenía una mascarilla, pero no pensé que fuera algo importante. 

Al día siguiente, yo regresé a John Jay College, la universidad donde estudio, porque había faltado los primeros tres días de clases. Estaba ansiosa de volver a la escuela. En seguida, me desperté, me cepillé los dientes, me lavé la cara, me vestí, y me fui de la casa. Luego, cogí el tren F en la parada de Fort Hamilton Pwky. Llegó el tren y me bajé en la parada de Jay St. Entonces, cogí el tren A hasta W 59th St. Llegué a la escuela y vi a todos los estudiantes empujándose para entrar al New Building, el edificio donde tomo mis clases. Todo iba normal, era como cualquier típico día. Sin embargo, lo que ocurrió después de ese día cambió mi vida. 

Al otro día después de mi última clase, me llegó una alerta de que iban a cerrar la escuela. Con esa noticia empezó mi primera experiencia con clases en línea. Jamás me hubiera imaginado que después de ese día no iba a poder regresar a la escuela. No podía haber sospechado en ese momento que me esperaban meses de estar en cuarentena. Poco a poco, la ciudad iba cerrando los restaurantes y otros negocios. Llegó el momento en donde tuvieron que cerrar mi escuela. Me sentí como si mi mundo se fuera derrumbando. No sabía que más me esperaba. Rezaba para el día que dijeran que el COVID ya no existía.