Mi experiencia aprendiendo inglés

En el año 2013, a la edad de 13 años mis padres tomaron la decisión de traerme desde El Salvador hacia los Estados Unidos, un país nuevo para mí, en términos de cultura, idioma, y personas. Para mí comenzar una nueva vida, en un país donde no conocía, no era una idea tan agradable, ya que estaba dejando gran parte de mi familia en mi país. Por un lado, tenía el corazón roto por mi familia, pero en el fondo sabía que al venir a los Estados Unidos tendría mejores oportunidades en términos de Educación. Al llegar a los Estados Unidos, sentía emociones encontradas, entre miedo, felicidad, e inseguridad por todo este cambio drástico en mi vida porque estaría comenzando un nuevo viaje. Sin embargo, tenía otras expectativas de lo que era el sueño americano, creía que todo era felicidad y vida perfecta hasta que me tocó enfrentar la dura realidad, que me hizo enfrentar uno de mis mayores retos en mi vida.   

Era mi primer día en la escuela intermedia, me encontraba completamente perdida sin saber a dónde ir, ni a quién recurrir, en ese momento. Cada vez más, me sentía con muchas emociones encontradas entre miedo, nervios, y timidez. Se me acercaron unos chicos llamados José y Paula, personas que jamás olvidaré. Me preguntaron si necesitaba ayuda, me quedé en pausa sin saber que responder, solamente recuerdo que les pregunté si hablaban español y ellos amablemente respondieron que sí. En ese momento, sentí un alivio enorme, ellos decidieron acompañarme a mi clase, y me explicaron pacientemente cómo funcionaba el horario.  

Llegué a mi primera clase, la cual era ESL (English as a Second Language) durante el primer periodo, el cual comenzaba a las 7:30 A.M. La maestra dijo que todo el curso debía introducirse, para conocernos mutuamente. En ese instante entré en un estado de pánico, venían tantas situaciones negativas a mi mente. Se presentaron todos mis compañeros, llegó mi momento, nadie sabía que yo era nueva estudiante. Hasta el momento que me paré en frente de todos, en ese instante me frené sin saber que hacer o decir. Solo recuerdo que lo único que dije fue “I don’t speak English” todos se me quedaron viendo atentamente de una manera extraña. En ese instante, la maestra me dijo que repita después de ella, lo que ella iba a decir, de los nervios recuerdo que no sabía cómo decirlo en inglés, mi pronunciación era mi punto débil. Saliendo de esa clase me sentí juzgada y señalada, hasta el punto de que, entró una timidez e inseguridad dentro de mí que me costaba expresarme con los demás, por no hablar el mismo idioma que ellos. 

Semanas después, aún no terminaba de adaptarme a esta nueva realidad en mi vida. La maestra decidió hacer trabajos en grupos, donde teníamos que presentarnos junto con la clase. La presentación trataba de hablar sobre nuestro plato favorito, sus ingredientes, y su origen. Llegó el momento de trabajar en grupos, sentía timidez, sentía que no aportaba información en lo absoluto al grupo por la misma razón que no sabía comunicarme en el mismo idioma que ellos. Mis compañeros seguían trabajando, pero yo no daba mi punto de vista porque no sentía que pertenecía. Un día un chico llamado Erick que hablaba español me preguntó que cuál era mi plato favorito, yo recuerdo haberle respondido que era la pasta. Me dijo que él me ayudaría a escribir en inglés, me dio ideas de cómo comenzar el proyecto. Desde entonces él me motivó a trabajar, aunque el inglés no era mi fuerte en ese entonces. Él despertó algo en mí, que era verle el lado positivo a esta situación, que me abrumaba cada día de mi vida. 

Llegó el día de la presentación, yo estaba sumamente emocionada porque sería mi primera presentación en inglés. Mi nivel de nervios era inexplicable. Justo en el momento de exponer junto a mi grupo, cada uno presentó su plato favorito, explicaban la razón por la cual les gustaba y por qué era especial e importante para ellos. Llegó mi turno, mi voz se cortó por completo, me quedé sin palabras, exhausta, entré en un estado de pánico terrible. Erick, mi compañero, se mostró tan amable que decidió ayudarme y me dijo que repitiera después de él. Yo solo recuerdo que yo iba repitiendo cada palabra que él decía en inglés. Mi pronunciación no era lo mejor, pero mis miedos frustraban mis ganas de aprender y hacerlo bien. En ese entonces, mi profesora de inglés me recomendó ir a clases extras después de escuela, para mejorar el idioma. 

Al final del día, estas clases se me hicieron muy útiles, con todo mi proceso de aprender el idioma. Pasó un año y medio, ya estaba más cómoda con el inglés y conocía más gente. Mi maestra de inglés me eligió a mí como candidata para llevar a cabo una presentación acerca de la herencia hispana donde tenía que exponer sobre mi cultura en un evento donde se presentarían muchos estudiantes, maestros, así como mis familiares. La presentación era completamente en inglés. Yo estaba muy nerviosa, pero a la vez emocionada, porque estaba a punto de enfrentar un nuevo reto, ya que estaría hablando en inglés, en frente de muchas personas. Durante la presentación, ver en el rostro de las personas que todos me entendían lo que estaba comunicando también y me felicitaban por haberlo hecho bien sentí un alivio enorme en mí. Justo ahí caí en cuenta de que había perdido el miedo, y que era capaz de lograr lo que yo me propusiera. Dos años después, encontré mi primer trabajo en un supermercado, donde tenía que poner en práctica el idioma, ya no sentía timidez o vergüenza al hablar inglés. En ese entonces, mi inglés era fluido, ya que podía entablar conversaciones completamente en inglés. 

Durante todo este proceso aprendí que mis ganas de aprender eran tan grandes, pero cuando las situaciones no me salían como yo anhelaba, me decepcionaba de mí misma, porque sentía que entregaba mi mayor esfuerzo, aun así, no veía resultados positivos, ya que toda esta situación me consumía cada vez más, pero luego caí en cuenta que mis ganas no eran suficientes. Finalmente, todas estas experiencias me enseñaron mucho sobre mí. Después de aprender el inglés, mi nivel de autoestima se elevó. Me sentí una nueva persona, cambiada, renovada, con seguridad, preparada. Esta fue una de las etapas más difíciles y significativas en mi vida. No fue fácil, pero toda esta experiencia de vida me dejó un mensaje muy importante por aprender, el cual es nunca rendirme por mis sueños que, si me equivoco o me caigo muchas veces siempre me levantaré con más fuerza. Yo decidí nunca quedarme estancada en ese mismo lugar. Decidí seguir luchando por cada uno de mis objetivos qué quiero lograr en mi vida también tener la seguridad de nunca mirar hacia atrás siempre mirando hacia el futuro.