Marzo 2020.

Imagínense estar acostumbrados a cumplir una rutina que está llena de acciones y emociones en nuestra vida diaria, y de repente se ve obligada a no ser cumplida. Como joven estudiante y trabajador a tiempo parcial y con muchas aficiones tengo una rutina. Mi rutina semanal incluía de dos a tres visitas al mar. De repente esta rutina fue eliminada de mi vida generando un sin números de efectos que cambiarían mi vida. 

Tenía apenas dos años cuando mis padres decidieron comprar una casa en la ciudad de Salinas Ecuador de donde es mi padre. Salinas es una península donde se puede apreciar el mar Pacifico. Casi todos los días mirábamos el mar, era casi imposible no verlo viviendo tan cerca. Al pasar los años cree mi propio significado sobre el mar. Al crecer ya todo un adolescente mi madre decidió emigrar a New York junto conmigo. Reintegrarse en la gran manzana no fue fácil, pero visitar el mar en New YORK significaba visitar mi tierra, visitar a mi padre, visitar a mis amigos, visitar los mejores momentos. Era un des estresante natural.  A pesar de que la vida en New York conlleva a sacrificar aficiones para cubrir otras prioridades, pero yo podía organizar mi tiempo la visita a la playa por lo que ya tenía una rutina. 

Luego de cinco años de esa rutina todo seguía en su normalidad. Fue hasta el mes de marzo que la pandemia COVID 19 comenzó a tener resultados mortíferos y sin ningún control. Aún recuerdo el día en que iba manejando por la ruta usual una fría mañana del 20 de marzo a las 11 am. Recuerdo haber comprado más comida de lo usual para comer en la playa mientras disfruto de la vista. Mientras voy acercando cada vez más a mi sitio preferido, se me hacían más frecuentes la presencia de carros policiales y carros de la ciudad en camino. Cuando arribé a mi zona preferida, la calle 90, me turbó el ver carros de policías y muchos agentes divididos en pequeños grupos. Mi primera impresión fue pensar que había ocurrido un ahogamiento, o algún crimen. Aun mi mente no daba cabida a un pensamiento relacionado con los sucesos que estaban pasando. Todo comenzó cuando comencé a subir las escaleras con mi maleta, los policías alrededor no me prestaron atención seguramente pensaban que iría a preguntar qué estaba pasando. Conforme me voy acercando un agente de la ciudad camina delante de mí y llega al punto de la entrada y comienza a poner una cinta amarilla y un letrero el cual no le presté atención. De repente se acerca un policía caminando y diciéndome que no puedo estar en este lugar, me pidió de favor que me retirara y vaya a mi casa y que me cuide. No quería darme explicaciones, cada vez que hablaba se alejaba. El oficial con señas me dio a entender que leyera el letrero que está siendo puesto. En dicho letrero de madera se mencionaba una segunda despedida de lo que más yo amaba, el mar. Aquello fue un impacto en mi mente tanto así que mientras me dirigía hacia mi casa estaba imaginando que estaba sentado en la playa como un día normal seguidos de cuestionamientos. Al llegar a mi casa y estacionarme comencé a llorar. Sentí como si me estuviera alejando de alguien a quien amo. Fue en ese momento donde comencé a analizar la situación y a cuestionarme dándome auto respuestas. Mis primeras auto aclaraciones habían determinado que yo era una persona débil. Siempre había necesitado de algo y alguien para poder distraerme y sentirme bien. Luego de un descanso mental comencé a ver lo sucedido como una revelación. Dicha experiencia tenía que pasar para ser más fuerte y no depender de algo o de alguien para sentirme mejor. El mar representaba mi familia, mis amigos, mi tierra que un día dejé. Necesitaba estar ahí para sentirme que estaba con ellos. Pienso que el propósito de la vida en aquella experiencia era prepararme mentalmente para aquellos días de la pandemia en el que muchas personas y rutinas se terminarían de para mí. En los días siguientes perdería mi rutina, perdería ver mis amigos, perdería mi trabajo, perdería a un familiar, perdería la experiencia de ir por primera vez a una universidad. 

Por concluir esta pérdida de rutina que representaba mucho para mí, me enseñó que no todo es para siempre y que esté preparado para aquel día. Aun visito el mar no con la misma frecuencia con de antes. Lo necesito para alejar el estrés y poder conectarme con lo que significa para mí. Mis prioridades han enfocado la mirada hacia la construcción de mi futuro a través del estudio de manera que conlleva sacrificios de tiempo y renuncias de lo que interfieran.