La motocicleta de la mala suerte

Eliana Lewis es esposa, madre, e hija única. Tiene cincuenta años y nació en los Estados Unidos, pero sus padres nacieron en Bogotá, Colombia. Por eso, el español fue su primer idioma. Ella empezó el primer grado en los Estados Unidos sin saber cómo hablar inglés y le tomó unos seis meses a un año aprender inglés casi perfectamente. Como resultado habla con fluidez en ambos idiomas: español e inglés. Ella era una niña muy buena que nunca se metió en problemas según sus padres, en la mayor parte. Empezó a trabajar cuando tenía diecinueve años en un asilo de ancianos y todavía trabaja en esa institución como trabajadora social. Crió a sus hijos en la misma manera de que sus padres la criaron. Siempre necesitaba saber dónde estaban, con quien y por cuantas horas estarían fuera de la casa. A lo mejor es por eso que Eliana hizo algo una vez que no debía hacer, sin que sus padres lo supieran.

Una de sus experiencias más traumáticas fue cuando ella montó una motocicleta. Conocía al dueño a través de la familia. Su nombre era Alfonso y tenía veinticinco años. Ella solo tenía diecisiete pero ellos se conocían y ella confiaba en él. “No pude esperar”, ella contó. Esto no significa que no pensó en lo que dirían sus padres si se enteraran. Ellos le habían advertido de los peligros montarse en motocicleta. Por eso sabía que se iba a meter en problemas si pasaba algo malo.

Nunca anticipó lo que iba a pasar. Se montó a la parte atrás de la motocicleta, detrás de Alfonso e intentó agarrarlo con fuerza. En un momento, Alfonso tuvo que dar una vuelta y lo hizo demasiado agresivamente. De un momento a otro: “la bicicleta se fue para el lado izquierdo y salimos los dos volando de la motocicleta”, dijo Eliana. Su pierna se raspó contra el cemento del camino y la dejó con una quemadura grande y dolorosa pero no tan fea que ella necesitara ir al hospital. La moto no sufrió mucho daño tampoco. Estaba un poco rayada, pero aparte de eso solo necesitaba chapa y pintura. Considerando todo, la condición de la motocicleta fue la menor de sus preocupaciones.

Al final, fue una experiencia de aprendizaje para Eliana. Ella pensó: “Mis padres me van a matar”, declaró. Esto fue justificado basado en la reacción de su madre. Su papá estaba más preocupado preguntado si ella estaba bien mientras su mamá estaba enojada, gritando: “¡Te lo dije!”. Después de este día, Eliana era muy consciente de los peligros de montar una motocicleta y nunca más volvería a intentarlo.