Para muchos de nosotros cuando se nos presenta una situación difícil a veces no sabemos cómo reaccionar, y además para aprender a saber cómo manejar estos problemas se toma tiempo. Claro, que para mí no fue así.
En Nueva York en el 2015 éramos mi abuelita, mi mamá, mi hermana, hermano y yo. Vivíamos en un apartamento. En el 2015 mi mamá empezó a tener varios problemas de los cuales ella no hablaba por ser temas personales. Nuestra familia solo sabía sobre el problema económico.
Mi mamá comenzó a tener ataques de ansiedad y ataques de pánico. Eran muy graves: primero lloraba desesperadamente, a los minutos comenzaba a temblar y se ahogaba sin poder hablar, después se quedaba paralizada y nada más podía mover los ojos. Su cuerpo parecía quedarse en “shock” . Al principio llamábamos a la ambulancia y la llevaban al hospital, solamente para decirle que no había nada que ellos podían hacer más que intentar de mantenerla calma y darle agua. Mi mamá nos dijo que el hospital la hacía desesperar más porque no le ayudaban. Además se sentía peor estando allí porque siempre pensaba en todas las personas que morían.
Mi abuelita siempre ha sido una persona que le reza a dios aunque ella no haya sido una persona muy religiosa o una persona que va a la iglesia. Cuando mi mamá tenía sus ataques, mi abuelita siempre mantenía la calma y lo primero que hacía era acostar a mi mamá, traer su biblia y comenzar a rezar. “Si practicas la palabra de dios con fe no hay problema que no puedas solucionar”. Esa era la solución de mi abuelita: rezar con fe a dios y espantar cualquier mala energía en la casa. En realidad, yo creo que eran los ejercicios que mi mama practicaba para relajarse que le ayudaban. Unas amistades nos recomendaron que le ayudáramos a mi mama a relajase. Nos pidió retirar cualquier distracción que hubiera en el cuarto, que se recostara en la cama mirando al techo, cerrara los ojos, y controlara su manera de respirar.
Un día estábamos solo mi mamá, mi hermana y yo Estábamos en la sala juntas viendo peñiculas, de repente, noté a mi mamá con lágrimas en los ojos como si estuviera intentando que se desaparezcan, y se comenzó a desesperar poco a poco. Le estaba dando un ataqué de ansiedad y pánico. Lo primero que hice fue llamar a mi abuelita y preguntarle qué hacer porque yo estaba muy nerviosa, ya que nunca me había tocado estar prácticamente sola con mi mamá mientras le daban sus ataques. Lo que hice fue poner una biblia en medio de la sala y me preocupé por ayudar a mi mamá a relajarse. Comencé dándole agua y ayudándole a respirar lento y asegurándole que todo iba a estar bien.
Esto a mí me enseñó a no desesperarme durante los problemas, así como a saber cómo mantener la calma para saber ayudar a otros. También me enseñó sobre la salud mental, aprendí que para mantener la salud mental, no debemos dejar que nuestros problemas saquen lo peor de nosotros sino aprender a relajarnos hasta en momentos de desesperación para que después no explotemos.