El principio de mi carrera como futura abogada

Desde pequeña siempre tuve un sueño: poder ayudar a inmigrantes indocumentados. No sabía cómo o cuándo el sueño se iba a realizar, pero lo que si sabía era que lo tenía que cumplir. A los diecisiete años se me presentó la oportunidad de trabajar en una oficina de abogados de inmigración. No solo era un triunfo; también me abría las puertas a la profesión que me apasiona y soñaba practicar de pequeña. Sabía que este reto no iba a ser fácil, pero estaba lista para cumplir mis sueños.

Mi sueño de paralegal empezó el 15 de noviembre del año dos mil veinte. Me acuerdo de ese día como si fuera ayer. En camino a la oficina estaba callada y sentía como que estaba soñando. Las manos me sudaban y tenía mariposas en mi estómago. Quería regresarme a casa, pero sabía que tenía que enfrentar mis miedos. Cuando llegué a la oficina, mi compañera y jefes me recibieron con brazos abiertos. Eso me tranquilizó, pero no me quitaba de encima la responsabilidad que se me venía. 

Empecé archivando documentos y haciendo permisos de trabajo. Para mí este ya era un triunfo, al poder ayudar a inmigrantes a obtener un estatus legal para trabajar. Aunque todavía me faltaba más para aprender, sentía que ya había puesto mi granito de arena ayudando a la comunidad latina. Pero justo cuando pensé que había hecho lo suficiente, empecé haciendo diferente solicitudes, llamando a las instalaciones de ICE, donde se encuentran los inmigrantes detenidos, y también comunicándome con las cortes de inmigración. 

A medianos de mayo hice mi primera solicitud de petición. Una petición es cuando un hijo o hija ciudadano mayor de 21 años pide a sus padres. Al hacer esta petición, inmediatamente la madre o el padre solicitan para la residencia y reciben un permiso de trabajo. Aunque se escucha fácil, hay bastantes documentos que tienen que ser incluido. Por suerte me toco trabajar en el caso de la señora María Espinoza. Una inmigrante Salvadoreña que fue peticionada por su hijo Jonathan. 

Fue a mediados de julio cuando nuestra oficina recibo un recibo de USCIS aceptando la solicitud de residencia. En ese momento sentí una mezcla de emociones. Quería gritar de felicidad, pero llorar al ver lo lejos que había llegado. No solo era un triunfo para mí, pero también para mi madre, al ver que su hija está cumpliendo sus sueños y ver que el sacrificio que ella hace ha valido la pena. Cuando llamé a la señora María y le felicité, empezó a llorar. Me empezó a contar su razón por inmigrar a los Estados Unidos. En su país, El Salvador, existe mucha violencia. Las pandillas han tomado control del país y amenazan con matar a toda persona que no les paguen la cuota que solicitan. En el caso de María, ella fue violada por tres miembros de una pandilla y temía por su vida, al recibir amenazas de muerte. Adicionalmente, me dijo que había llegado a este país cuando apenas tenía dieciocho años. Ahora tiene cuarenta años y estableció su familia en los Estados Unidos. Por toda su vida la señora María había sonó con recibir esta llamada. Al fin podría viajar a El Salvador a ver a sus padres, o como ella los llama, “mis viejitos”, los cuales nunca pensó abrazar otra vez. Hasta el presente, María ya ha viajado dos veces a El Salvador desde que se hizo residente, y está en el proceso de solicitar una petición para traer a sus padres a los Estados Unidos y recuperar el tiempo perdido.

Hoy en día todavía trabajo en la oficina de abogados, y me siento orgullosa de haberme ganado un lugar respetable en tan poco tiempo. Es increíble mirar hacia atrás, y pensar que comencé archivando documentos. Actualmente, no solo trabajo casos de inmigración, sino también de familia. Aunque el trabajo puede ser estresante; me ha enseñado a madurar y ser más agradecida, ya que muchos inmigrantes desearan tener mis privilegios. Gracias al esfuerzo de mi madre a tenido la suerte de no experimentar dificultades como pobreza, violencia o ser una de las muchas víctimas de las pandillas. Una de las muchas razones porque mi madre decidió inmigrar a los Estados Unidos como mucho inmigrante, para poder vivir una vida mejor.

Tres años de hoy, me imagino estudiando en Columbia Law School, una de las universidades más prestigiosas en los Estados Unidos que se enfocan en leyes. Aunque todavía no sabría decirles en cuál categoría de leyes me gustaría especializarme, la inmigración siempre tendrá un lugar especial en mi corazón.