Muñecas de felicidad

Yo había ido a México dos veces cuando era más pequeña. Tenia apenas 8 meses cuando fui la primera vez con mi tía y solo 4 os la segunda vez. La tercera vez fue diferente. En agosto 2012 a los 8 años fui con mi padre. A esta edad ya podía hablar con mi familia y entender todo de lo que decían ellos. Mi padre y yo nos fuimos a visitar a la familia de mi madre que vivía en Puebla, México y aparte de eso mi padre tenia que arreglar algo. Aunque tenia 8 años y me creía adulta no entendía todavía

En la casa cerca de la casa de mi abuela y abuelo, estaba la casa de mi prima. El día que habíamos llegado la casa de mis abuelos, vi a mis primas jugando en el patio en la tierra con canicas. Jugaban un juego que yo nunca había jugado o visto. Mi padre me dijo que fuera a jugar con ellas  mientras hablaba con mi abuelo y cuando nos fuéramos él me llamaba.

Caminé a la casa de ellas con mis tres Barbies, una con vestido rosado, una con un vestido morado y la otra tenia un pantalón y una blusa rosada con estrellas plateadas . Me senté  y les empecé a enseñar las Barbies con las que las tres podíamos jugar. Mi prima Gabriela que tenia un año menos que yo me dijo que ella nunca había jugado con una de estas muñecas. Las de ellas eran hechas de tela y no se les podía cambiar la ropa. Les di las muñecas y les dije que yo les prestaba las mías para jugar. 

Jugamos mientras mi padre acababa de hablar con mis abuelos y cuando acabó me vino a recoger. Cuando saludó a mis primas y les dijo que ya nos íbamos, vi una cara de tristeza que nunca había visto. Yo pensé que era porque ella quería seguir jugando, pero era mucho más que eso. Miró a la muñeca en una manera amorosa y después me la dio. Mi otra prima hizo lo mismo y al ver eso me puse triste y en ese momento pensé en dejárselas a ellas.

Miré a la que yo tenía en mi mano, era mi favorita y se la di a mi prima Gabriela. Le dije que se la podía quedar y mi prima Betty se quedó la muñeca con la que estaba jugando ella. Les dije adiós y fui a encontrarme con mi padre que ahora estaba hablando con el hermano de mi madre. Caminamos al carro y nos fuimos a la casa. Cunado llegamos mi padre se dio cuenta que no tenía mis muñecas y me preguntó si se me habían olvidado en la casa de mis primas. Le dije todo de lo que había visto y cómo me sentí. Él me dijo que era una cosa buena lo que hice y me dijo que cuando regresáramos a casa él me iba a comprar más. 

Yo ya nunca pedí muñecas. Yo al momento tenia muchas en casa y no necesitaba 20 para ser feliz. Me dio más felicidad ver las caras de mis primas cuando les dije que se las podían quedar que cuando mi padre me dijo que me iba a comprar más muñecas cuando regresáramos a los Estados Unidos.

Ahora que estoy más grande y entiendo todo mejor, me doy cuenta que las cosas materiales no importan más que la felicidad de la familia. Cuando llegamos a los Estados Unidos, mi padre, madre y yo fuimos a comprar más muñecas nuevas para ellas. Todavía les llamo y hablamos. Ellas ya no piden juguetes, pero mejor piden ropa y cuando ellas me mandan fotos de cómo se les ve la ropa, mi felicidad es la misma de ese día que les regalé mis muñecas.