Agosto, 2019.

En verano del 2019,  yo vivía en Queens, New York. Tenía 26 años y mi vida cambió para siempre. Por la mañana, pude escuchar los pájaros piar en la ventana de la cocina mientras preparaba el desayuno para mis pequeños. Me aseguré de que todo estuviera listo para mi bebé. Llamé un Uber y me fui a una entrevista de trabajo. Allí recibí una llamada que me dejó sin aliento y de esa parte me pesa hablar porque vuelvo a ese día.  

De la entrevista salí corriendo a buscar ayuda. Bajé las gradas y me encontré con unos oficiales de policía que me llevaron a casa. Tardaron unos 5 minutos en el trayecto. Cuando llegué al lugar vi ambulancias y policías afuera, lo que me provocó un shock. Fui con mi hijo al hospital y oré durante todo el camino para que ese momento terminara pronto. En el Hospital de Jamaica había tantos médicos rodeando a mi hijo, pero para mí era un momento de silencio. Me sentí tan estancada que simplemente no podía entender el cómo y el porqué: si mi hijo estaba bien cuando salió de casa. 

El medico acordó el traslado al Hospital Cohen para que le brindaran una mejor atención. El viaje con el EMT lo sentí muy largo esperando que todo esto fuera un sueño. Cuando llegué al hospital recuerdo que mi hermana se acercó y me dio un abrazo. Dijo que todo estará bien. Me aferré a eso porque realmente creía que iba a regresar a casa con mi hijo. Habían unos 20 médicos, tratando de descubrir qué pasó. Esperando también un milagro.

Tres días después tome la decisión más importante de mi vida. No podía ver a mi hijo sufriendo y conectado a tantas maquinas. Esos 3 días marcaron mi vida para siempre. Tomé la decisión de desconectarlo y dejarlo descansar. Ser madre es muy difícil, pero tomar esa decisión fue aún más difícil y es un dolor que nunca se lo desearía a nadie. 

El 19 de agosto del 2019, Mason fue declarado muerto. Mis últimas palabras para él fueron: Te quiero mucho y gracias por dejarme ser tu mamá. A partir de ese día aprendí a amar más profundamente, porque su muerte me dejo con más paz. Aprendí que en la vida es mejor perdonar porque la vida de las personas es más grande que un momento. Aunque ese día estuve afligida, sentí mucha gratitud…