La persona a quien entrevisté es mi mamá. Es una señora colombiana que siempre le da toda la gloria a Dios y se siente muy bendecida por todo lo que ha vivido. En esta historia, cuento cómo mi madre tomó la valiente decisión de dejar su vida en Colombia para buscar una mejor.
Mi mami, a los 25 años, reconoció que en Colombia ya no había más oportunidades de progreso para su vida. Sabía que, al no haber continuado con sus estudios, su futuro sería limitado. Inspirada por su novio, quien había emigrado recientemente a Estados Unidos, decidió seguir su ejemplo en busca de mejores oportunidades.
Ella sabía que su padre jamás aceptaría que se fuera de la casa, así que, sin el permiso de ellos, fue a la embajada estadounidense en Colombia para intentar obtener una visa, pero también se la negaron. Mi mamá no permitió que eso la detuviera en su plan. Su novio la ayudó con sus conexiones en Colombia y juntos crearon un plan para que ella viajara a México con un amigo de él. Este señor la ayudaría a conseguir ‘documentos americanos’ en México para poder llegar a Estados Unidos ‘legalmente’.
Entonces, al llegar a México en avión y pasar por inmigración, los oficiales sospecharon que ese señor llevaba documentos mexicanos falsos, tratando de hacerse pasar por mexicano, y lo arrestaron. A mi mamá le tocó fingir que no lo conocía y que estaba en México como turista. ¡Y le creyeron!
Mi mamá se quedó solita en México, sin nadie que la ayudara, pero aún tenía fe en llegar a Estados Unidos. Le tocó hacerse ‘mexicana’ y aprender cómo hablaban, vestían y trabajaban, por si acaso la policía la detenía, para poder convencerlos de que era de ahí y evitar que la deportaran de nuevo a Colombia. Durante ese tiempo, su novio hacía todo lo posible para ayudarla a encontrar la manera de cruzar. Pasaron cinco meses así hasta que él logró arreglar todo para que ella pudiera pasar.
A mi mamá le tocó viajar a Tijuana con ‘documentos mexicanos’ y tuvo que pagarle al guardia de inmigración, pasándole dinero junto con su ‘pasaporte’ para que la dejaran pasar. Una vez en Tijuana, se encontró con un coyote que la ayudó a cruzar. Mi mamá no cruzó sola, sino con otras diez personas. Cruzaron la frontera de noche, desde las 5 de la tarde hasta la medianoche, moviéndose de arbusto en arbusto y escondiéndose para no ser vistos.
Por fin de tanto tiempo cruzando, llegaron a una casa, y me cuenta que había como cincuenta personas más, todos esperando para continuar su viaje. Después la subieron a una minivan y viajaron hacia otro lugar más al norte, donde finalmente la dejaron ir. Desde ahí, se comunicó con su novio y logró llegar a Nueva York, esta vez con menos miedo porque ya había pasado la parte más difícil. Se subió a un avión y voló a Nueva York, donde pudo empezar su nueva vida.
Mi mamá, al llegar aquí, pudo tener una vida exitosa. Se casó, se hizo ciudadana americana, fue dueña de su propia compañía y tuvo una niña y dos niños, que ahora ya somos adultos. Como muchos inmigrantes, tuvo que pasar por momentos de miedo y dificultades que incluso pudieron costarle la vida. Pero tomó el riesgo y logró cumplir sus sueños.
Esto me hace reflexionar mucho sobre lo bendecidos que somos por ser americanos y por ser hijos de padres como ella. Estoy muy agradecido de ser americano. Si no fuera por mis padres y su decisión de tomar ese gran riesgo, yo no tendría la vida que tengo ahora. Los privilegios de ser americano son una gran bendición. Gloria a Dios por la valentía de mis padres al decidir dejar su país para comenzar una nueva vida aquí.