La bendición del inglés

Crecí en el pueblo de Elizabeth, New Jersey en un suburbio donde a cada esquina había gentes hispanohablantes. No era hasta que tenia los cuatro años que reconocí que había gente que hablaban otras lenguas. Era en el año 2003 cuando empecé asistir a una escuela publica. La escuela elemental de mi vecindario era inmensa y recuerdo sentir una sensación de miedo y agitación.  

Al entrar a mi clase vi muchas caras nerviosas porque aunque no nos conocíamos, todos sentíamos la emoción de estar en un lugar nuevo con esperanzas de hacer unos amigos que podrían ser por vida. La profesora Horowitz era una señora viejita con ojos cariñosos y nos hablaba con una voz que parecía muy tierna. Era lástima que no le entendía ni una palabra. 

Antes de poder pedir ayuda de pronto todos mis compañeros se ponían de pie y con la mano sobre el pecho cantaban un himno a la bandera. Los miraba con ojos de miedo porque parecían todos robots. No le tardó mucho a la Profesora Horowitz ver que yo estaba muy confundida y de pronto me llevó  a un cuarto diferente. Mis esperanzas de hacer mis nuevos amigos habían desaparecido en un instante. 

Estaba muy inquieta cuando de pronto entró a la clase una profesora nueva. La profesora Canales era una señora alta y con una cara sin arrugas que parecía que nunca sonreía. Claro, no la conocía pero al solo verla quería huir de vuelta a la señora Horowitz. 

La clase nueva que me habían llevado era igual de fría de la cara de la profesora Canales. El salón era diferente pero igual lleno de caras confundidas como la mía. Nos comenzó a hablar y a introducirnos a la clase ESL que era “English as a Second Language.” Me sentaron en una mesa grande con compañeros que también hablaban español pero al ver las otras mesas, había niños que tenían otras profesoras hablando en su lengua, como coreano o italiano. 

Aunque todavía le tenía algo de miedo a mi nueva profesora sí sentía alivio que me entendía y que me quería ayudar.  Nos llevaban uno por uno a completar unas preguntas y sabiendo nada de inglés me habían puesto en la categoría mas baja y fui la única. Mis compañeros de ESL parecían conocerse porque ya se hablaban de nombre y hacían chistes. De nuevo mis esperanzas de hacer un amigo habían desaparecido y si las cosas seguían así la única amiga que haría iba ser la señora Canales.  

El primer día nos dejaron unas tareas con cds para escuchar frases básicas en inglés. La idea de seguir trabajando en mi casa después de salir de la escuela se me hizo extraña y claro, lo primero que hice fue quejarme con mis padres. En lugar de darme la razón y sacarme de la escuela por siempre como quería, se emocionaron al ver las tareas que había llevado a casa. “Esto es una bendición”, me decían. Me explicaron con ojos llorosos que tener la oportunidad de aprender dos lenguas era un privilegio y aunque en el momento no lo entendía los tres hacíamos mis tareas juntos. 

Con el tiempo se me hacían más y más fáciles las frases y todas las tardes al llegar a la casa mis padres y yo nos sentábamos en la sala y repasábamos lo que habíamos aprendido. Me daba algo de pena ver como no retenían tanto mis padres y se les enredaba la lengua con ciertas palabras, pero yo ya quería seguir adelante. En ese momento me sentí muy agradecida de estar aprendiendo el inglés como joven y no haber esperado ser ya grande como mis papás. 

La profesora Canales terminó siendo alguien que aprecio y me acuerdo mucho de ella cuando pienso en las dificultades que pasé al aprender el inglés. En el final sí me di cuenta de que aunque no era igual de sonriente como las otras profesoras, sí era muy paciente conmigo y me ayudó a ser más paciente conmigo misma. Por eso la respeto mucho. 

El privilegio de haber tenido la oportunidad de aprender una nueva lengua me ha ayudado a tener trabajos pero también a hacer muchas amistades. Poder aprender el inglés con mis padres me dio la confianza de seguir adelante, y poder hablar los dos lenguajes le dio oportunidad a mis padres de buscar trabajos nuevos. Ellos sacrificaron mucho por mí y me siento algo orgullosa que pude ayudarlos de esta manera. Si no fuera por sus esfuerzos de animarme a asistir a la escuela y estudiar conmigo todos los días no creo que podría haber logrado mis metas. Todos los días me siento agradecida por tener padres que siempre me han apoyado y me han dado las fuerzas de seguir adelante.