La persona que voy a entrevistar es mi madre; su nombre es Rosario Escobar. Generalmente, ella es una persona muy valiente y espontánea. Ella siempre está cuidando a todos y, a veces, se olvida de sí misma, pero de vez en cuando se arriesga en algo. Al final del día, ella va a hacer lo que es lo mejor para otros y ella. Creo que es la persona más trabajadora que jamás conoceré. Esta entrevista en particular es sobre su experiencia que tuvo cuando tomó una decisión espontánea para irse del campo a la capital de su país, Guatemala. Ir o no ir era una decisión que había que tomar rápidamente. ¿Quién sabía que decidir tan repentinamente la llevaría a dar los primeros pasos en su viaje donde se encuentra ahora?
Empezando, Rosario conto a la edad tan joven que decido salir de su hogar y porque tomo esa decisión tan drástica. Tenía solamente catorce años cuando tuvo que tomar una decisión de un adulto. La pequeña comunidad donde vivía era todo lo que ella conocía, pero sabía que, si se quedaba allí, lo que quería de la vida, nunca lo recibiría. Sabía que había mucho más que el universo tenía para ofrecer y que, paso a paso, sus sueños se arrían realidad. Sus padres y mis abuelos también lo sabían muy bien y la dejaron ir junto con su hermana mayor, Silvia sin resentimientos. Dar un gran paso como este no viene sin su tristeza. Ella explica que fue muy duro y triste dejar su hogar de infancia y dejar a sus padres y su hermano menor, Ricardo. Eso sería la última vez que los vería en mucho tiempo. Ella obviamente estaba afligida, pero a la misma vez pensaba positivo porque era para mejorar su situación económica. Ella explica que sus primeros días cuidando niños en Guatemala City no necesariamente fueron fáciles pero estresante- esta nueva vida ha venido con nuevos obstáculos. Sus días fueron difíciles y estresantes, dice, un niño cuidando niños, quiero decir, ¿qué podría salir BIEN? Pero muy determinada, siguió adelante e hizo lo que sabía que tenía que hacer. Como ella misma, vería crecer a estos niños y después de unos diez largos años, los volvería a ver cara a cara. Al mudarse a una nueva área, notará las diferencias al instante. Mi madre se dio cuenta de esto; la capital definitivamente no era una finca. En lugar de puercos y árboles, había un fuerte olor a gasolina y calles llenas de carros para demostrarlo; “mi vida cambió”, dice ella. Pero considerando todo lo que ha pasado, no lo habría tenido de ninguna otra manera. Si finalmente mudarse a los Estados Unidos y tener hijos significara días de duda, lo haría un millón de veces más.
Sin siquiera considerar lo que podría haber sucedido si no hubiera hecho esto y lo que podría haber sido de ella, está eternamente agradecida de haberse arriesgado a sí misma.