Durante la pandemia en la ciudad de Nueva York, me enfrenté a muchos retos que pensé que absorbió todo lo mejor de mí. Algunos de estos retos a los que me enfrenté fue ser una de las personas afectadas antes de que comenzara la cuarentena, infectar a mis padres, no poder asistir a mis clases por Zoom y tampoco hacer las tareas que los maestros mandaban por lo enferma que estaba, no poder ver a mis seres queridos debido a un protocolo de distanciamiento social, y perder a algunas personas a las que eran cercanos a mi debido al COVID.
Yo estaba en mi segundo semestre de mi primer año en John Jay, una universidad de Nueva York, y todo me estaba yendo bien hasta un día en marzo del 2020 cuando comencé a sentir síntomas raros, sin saber lo que me estaba causando estos síntomas. Comencé con fiebre alta y dolor de cabeza, pero no le presté mucha atención porque sufro de migrañas y pensé que eso era lo que me estaba pasando. Después de un día entero con dolor de cabeza, el siguiente día me desperté con dolor de todo el cuerpo, me dolía tanto que incluso mover los dedos en mis pies sentía un dolor crucial que ni podía moverme de la cama.
Mis padres durante ese tiempo pensaban que yo tenía un resfriado, pero llegó un momento en que no podía saborear la comida: ahí sí nos preocupamos. Estuve encamada por más de una semana sin ver a un médico y sin comer nada. Tenía miedo de acercarme a mis padres porque son mayores de edad y lo que decían en las noticias era que las personas de más de 50 años tienen más probabilidad de enfermarse, entonces, me mantuve alejada de mi papá y mamá pero inevitablemente terminé enfermándoles a todos en la casa.
Después de un mes de estar enfermos en casa, yo ya me estaba recuperando. Cuando me sentía con más energía, comencé a hacer todas las tareas de las clases que tenía. Esto fue extremadamente estresante porque con la cantidad de material que no había hecho más la semana de exámenes parciales que no había podido hacer, ya me estaba dando por vencida.
Otro desafío con el que diría que luché durante la pandemia, fue tener que estar en casa y no poder ver a mis seres queridos. En la ciudad de Nueva York y en muchas otras partes había un protocolo de distanciamiento social, y, de un día para otro, se hizo muy difícil ver a mi familia y amigos. No pude ver ni a mis primas ni a mi novio por seis meses porque también estaban enfermos o cuidándose del virus.
Había muchas muertes que ocurrieron debido al virus del COVID y muchas muertes que ocurrieron por otras razones de salud. Para amplificar la tragedia, debido al protocolo de distanciamiento social, las personas que murieron durante los primeros cinco o seis meses de la pandemia de COVID no pudieron recibir un funeral adecuado y tampoco despedirnos de ellos. Esto me entristeció profundamente.
Lo único que esperaba después de pasar de todo este periodo difícil era mejorar mi salud usando tapabocas, y poder ver y abrazar a mis familiares y amigos que no podía ver por un tiempo largo y pasar mis clases. Así lo fue cuando el gobierno levantó el confinamiento.