Regresando a Guatemala

Mi mamá llegó a los Estados Unidos cuando ella tenía catorce años, y por siete años no regresó a su país. Al regresar, tenía veintiún años, su primer hijo tenía un año y su hija era recién nacida. Dejar su país de origen fue difícil para ella, pero en los años en que estaba en Nueva York, ella completó la escuela secundaria y consiguió trabajo como técnica de farmacia. Al regresar a su país ella no sabía cómo sentirse, pero estaba emocionada.

Cuando alguien deja su país de origen lo deja por una razón, pero no es usual considerar qué pasa cuando ellos regresan. Los que dejan su país pueden sentirse culpables o arrepentidos, probablemente también pueden sentir que ellos no se sienten bienvenidos.

Mi mamá creció en San Antonio Suchitepéquez, un pueblo pequeño en Guatemala. Vivía allí con sus dos hermanos, su madre y su padre, en una de las primeras casas cuando entras al pueblo, saliendo de la carrera principal. Ella vivía en una casa chiquita con dos cuartos y una cocina que estaba afuera. Cuando ella estaba chiquita le gustaba a escalar los árboles y comer las frutas que estaban colgadas. Algunas memorias describen a la persona y su vida: “escalé un árbol y me sentí allá arriba, era un árbol de mango y agarré uno y empecé a comerlo, pero la textura era muy diferente. Me recuerdo que yo vi al mango y ¡estaba lleno pero lleno de lombrices! Estuve muy sorprendida y no más me quedé allí sentada, con mi boca abierta y el mango todavía en mano. Unos segundos después tiré todo al piso”, contó mi mamá.

Mi mamá migró a los Estados Unidos porque su papá había obtenido trabajo en Nueva York, ella viajó con sus dos hermanos, uno más mayor y el otro más joven que ella, pero para ella no importaba donde ella vivía, solo importaba si ella estaba ahí con su familia: “Era lo que mi mamá decidiera”. Ella simplemente fue con su familia a viajar a un país nuevo porque la oportunidad se presentó y simplemente dejó el pueblo donde ella había crecido y llevó las memorias que tenía hasta Nueva York.

Siete años después, mi mamá finalmente tuvo la chance a regresar a su pueblo y regresó con su madre. En ese tiempo mi mamá ya había aprendido a hablar en inglés y también ya tenía dos hijos. La madre de ella quería regresar a visitar a sus hermanos y mi mamá ya no estaba tan ocupada con estudios y trabajo y regresó con ella de visita.

Al regresar a su pueblo después de siete años, mi mamá estaba cansada del viaje. Ese día estaba emocionada de ver a sus tías cuando ella estaba saliendo del carro: “Era tan largo sin ver a mis tías y estaban felices y curiosas con los bebés; la última vez que me vieron solo tenía catorce años y estoy regresando siete años después con dos hijos: imagina su sorpresa”, comentó. Ahora el pueblo también cambió drásticamente; ya había muchas casas en todos lados: “las calles cambiaron, había más casas, antes era mucho campo”, dijo. Y regresando a la casa de su niñez ella estaba sorprendida de encontrar la condición en que la casa estaba. Antes no era una casa en la mejor condición, pero ahora la casa estaba en ruinas y una parte del techo se había caído. Las paredes tenían agujeros grandes. Adentro de la casa había mucho polvo y en el piso estaba lleno de basura, pero mi mamá miró al piso y se dio cuenta que no era basura, pero era las cosas de ella y su familia y todo estaba ahí pero tirado a donde fuera. Mi mamá no recogió nada y dejó las cosas ahí.

Ver su familia otra vez fue emocionante para ella, pero ya había pasado mucho tiempo. Porque ella obtenido los papeles para la casa ella pudiera a arreglar la casa. Su familia de Guatemala no tiene ninguna cosa contra ella y no lo ven diferente. Mi mamá se dio cuenta que ella no tiene ningúna razón de sentirse arrepentida o culpable por dejar a su familia.