Superando mis desafíos mentales

Nunca he jugado en una academia de fútbol, pero siempre veía a muchos amigos viajar con su equipo. Ir a la escuela en su ropa de club y todas estas cosas me hacía a mi querer jugar en una academia igual. 

Ya sabía de los mejores equipos y academias de mi ciudad, solo me tocaba a mí hacer algo. Uno que me realmente me llamó la atención fue la academia de F.C Barcelona. Es una academia dura que compite en nivel alto y que tiene grandes expectativas.  La academia está ubicada en Long Island, NY, lejos de mi casa. Vivo en Queens, pero no me importaba si me tocaba ir de mi casa hasta Long Island todo los días a entrenar. La academia es para jugadores de los siete años hasta los dieciocho, entonces sí tenía una oportunidad para probar con el club. Tenía diecisiete años de edad y iba a cumplir los dieciocho el siguiente mes, así que sentí que tenía que aprovechar esta oportunidad.

En el momento no era temporada de pruebas pero estaba extremadamente ansioso por hacer lo que fuera necesario para volver jugar a nivel del club y especialmente en este, así que contacté con el director del el club en privado y le pedí la oportunidad de mostrar mis habilidades y ver si había una posibilidad de unirse a su academia. Semanas después de contactar con el director y esperar una respuesta seguí entrenando solo todos los días y trabajando en mis habilidades en caso que me respondiera. Me la pasaba en la cancha de futbol con mis conos y mi balón, haciendo mis amagues, practicando mi regate y tiros. Cuando había mucha nieve, usaba una pala para palear la nieve y me quedaba jugando en la pequeña sección que limpié. Cuando llovía iba al sótano a jugar con el balón; no quería hacer nada si no era fútbol, jugaba con el balón todo los días y me la pasaba más con el balón que con mis amigos. En el mes de enero el director por fin me respondió diciendo gracias por tu interés en el club, me gustaría verte jugar… 

Después de estar en contacto con el director habíamos acordado una fecha para unirme con el club. Me sentí muy emocionado de tener la oportunidad de mostrar cómo juego y tratar de impresionarlos. Cuando llegó el momento y llegué a sus instalaciones, me sorprendieron sus campos de entrenamiento y lo bien que se veían. Vi a los jugadores en su uniforme de entrenamiento todos reunidos en grupo mientras me acercaba. Algunos me vieron y me miraron mientras otros se ocupaban de lo suyo.  La sesión de entrenamiento ya estaba para comenzar y los jugadores comenzando a cambiarse y entrar a la cancha.  Solito en el otro lado de todos estaba yo cambiándome y alistando para jugar. Mientras me estiraba en el suelo, observé a los muchachos pasar la pelota y automáticamente quedé impresionado. La forma en que controlaban el balón, la enviaban de un lado a otro del campo sin esfuerzo. Empecé a sentirme un poco nervioso, pero sabía lo mucho que quería un lugar en el equipo. 

Comenzó la sesión de entrenamiento y en la sesión hicimos un ejercicio de posesión, donde el objetivo es mantener la posesión del balón con propósito y alta intensidad. En medio del simulacro pensé “¿cómo están haciendo esto?” No podía creer cómo jugaban. No puedo decir que me sentí perdido porque en realidad estaba perdido. Al principio, la pelota se movía demasiado rápido, jugaban rápido y nadie me pasaba la pelota. No recibía muchos toques, pero seguí corriendo, pidiendo pases, indicando a mi compañero, haciéndoles saber si tenían tiempo con el balón o si alguien estaba a punto de acercarse a ellos. Traté de hablar lo más posible para poder ayudar a mis compañeros, incluso sin tener el balón a los pies y tal vez así me notarían más. Cuando comenzaron a pasarme el balón y comencé a armar jugadas con los jugadores me sentí ya mucho mejor y estaba ganando confianza. 

Después de un par de entrenamientos con el club y el director analizándome, en el tercer día de entreno, el director al final de la práctica me dice que quiere hablar conmigo después de que se vayan todos. En ese momento me volví a sentir muy nervioso porque pensé que no me podía invitar la próxima semana otra vez. Ya tenía tres días entrenando, debe darme la noticia ya. Me pidió mi información y me dijo que pensaba que encajaría bien en la academia, “bienvenido”. En ese momento, me sentí puramente aliviado, feliz y orgulloso. Le di las gracias por la oportunidad y le di la mano con una gran sonrisa. No podía esperar para contarle la noticia a mi mamá. Di gracias a dios y pensé en todas las horas y dedicación que puse para lograrlo. No podía creer que las cosas fueran a mi manera y que había entrado en el equipo. 

Con trabajo duro y dedicación puedes llegar lejos. Aprendí que la mente es todo: lo único que me detenía eran mis pensamientos y nervios. Yo mismo me desanimé.  Sin embargo, yo tenía el poder de superarlo todo el tiempo.