Se va para Nueva York

Desde pequeña yo adoraba a mi papá. Él es un hombre trabajador y honesto. Le gusta hacer las cosas  bien o no las hace. Se llama Germán y nació en la Republica Dominicana en el año 1968. Creció básicamente solo en un campo donde no le daban comida, no había luz, o un baño, ni una cama. Con todo eso, mi papá dejó sus estudios y empezó a trabajar para llegar a los Estados Unidos. Tenía deseos de un buen futuro con su trabajo y aspiraciones de éxito en su vida porque él siempre supo que era más inteligente que sus hermanos. Desafortunadamente, debido a su crecimiento y su entorno de vida, no tenía acceso a la educación porque nadie lo llevaría a la escuela ni tenían para comprar lo que necesitaba. Como muchas de personas en Santo Domingo, mi papa vivía en pobreza y pasaba hambre. En esas situaciones, uno se desespera para sobrevivir. En un país corrupto es muy difícil avanzar con la ayuda del gobierno porque realmente no están ayudando a los ciudadanos, sino participando en la corrupción y fomentando las ideas que mantienen a la gente en estas malas condiciones. 

Mi papá tenía diez y ocho años cuando decidió emigrar a los Estados Unidos. Logró ahorrar un dinero de su trabajo, vendió cualquier cosa que tenia de valor y consiguió una visa para México. Se fue allí en avión y pasó cuatros días tratando de encontrar una manera para entrar a los Estados Unidos. Por fin logró encontrar un coyote, una persona que ayuda a transportar inmigrantes de un sitio a otro, quien le ayudó a llegar a Texas. Aunque no tenía confianza en esa persona, mi padre usó sus últimos pesos para coger este viaje de México a Texas. 

Cuando llegó a Texas, el camión donde iban él y dieciséis personas más los abandonó en un monte. Cada cual tenía que seguir solo desde ahí. Mi papá empezó a caminar y caminar, hasta que se encontró con civilización. Sin dinero y sin papeles, estaba preocupado por su seguridad. Sabía que no se podía quedar ahí. Pocos días después, conoció un mexicano que le ayudó a montarse en un autobús para New Jersey, y desde ahí viajó a Nueva York. En total, su viaje tomó como una semana y enfrentó muchos desafíos. 

El viaje de Santo Domingo hasta los Estados Unidos no es un viaje fácil. Hay mucho peligro en salir de tu país con gente que no conoces. Aunque mi papá sobrevivió su experiencia, hay muchas personas que mueren en el camino y no todo el mundo llega bien. Mi papá lo hizo solo y logró tener una buena familia, un trabajo fijo. Ha sacrificado mucho desde ese momento. 

Muchas personas en Santo Domingo, y tal vez en otro países por igual, sueñan con estar en los Estados Unidos para escapar de la corrupción, la pobreza, la falta de trabajo y la falta de dinero. El consejo para los demás es que traten de encontrar una manera para aliviar sus problemas legalmente y conscientemente. Mi papá aprendió a luchar, trabajar y hablar con la gente para llegar a donde está ahora mismo. No tiene ningún resentimiento de su viaje y mira al futuro con esperanza.